domingo, 27 de mayo de 2018

Ancestros y descendientes

Qué dicha ver a los que nos dieron la vida física, mirarnos y ver el fruto de sus esfuerzos. Qué esperanza para los que estamos en medio del ajetreo educador de nuestra descendencia, pensar que algún día, cuando nosotros estemos donde ahora nuestros padres y nuestros hijos donde nosotros, también tendrán los recuerdos de lo que hoy sembramos.

Así siento el placer de vivir hoy, por un lado, escucho, contemplo y admiro a mi madre, de la que tengo el don de recibir de sus ochenta y ocho bien vividos la gran sabiduría de pasar por esta tierra transformando para bien. Por el otro veo a mis hijos con la mirada puesta en el horizonte de la realización, a través de encontrar el sentido de su existir en el cuerpo mortal, mostrando lo inmortal de su ser. Y en el plano más profundo veo a mi par y a mí, en el empeño por que la madurez se traduzca en gratitud y modelaje de unos y de otros, para acompañarnos en este vivir cotidiano, encontrando la diversidad de cada día.
Dejar ir, consiste, a mi corto modo de ver en esto: apegarte y desprenderte, abrazar y soltar, llegar al éxtasis y volver a lo cotidiano.
Ver a mi madre y a mis tías, y a la gente grande de mi pueblo; y digo grande refiriéndome a la edad y a profundidad, porque veo sus años acumulados en un cuerpo y su mirada sabia, que recorre la historia de sus padres a sus nietos, con la integración que propicia lo bien hecho, por la intención de hacerlo así, no porque el método o el resultado hayan sido mejores o peores que otros. Y eso para mí se convierte en modelo, en testimonio, en emulación y ganas de vivir en plenitud.
Tomar todo lo que puedo de la vida y ofrecer todo lo que tengo para ella misma es una tarea que me apasiona. Afortunado soy y lo describo en la presentación que hice cuando fui invitado a ser “el pregonero” de las fiestas de mi pueblo de este año:
“Me considero afortunado por encontrarme cada día, con seres humanos en búsqueda. Conjugar el trabajo con la familia, es una continua satisfacción porque me da oportunidad de aprender de cada ser humano, sin importarme la raza, la creencia religiosa, el color de la piel, el estrato económico o la personalidad. De cada encuentro, de cada persona, aprendo; mi vida tiene sentido y comparto mi ser en un acto continuo de gratitud a los demás, a la naturaleza y Dios”. 
“Hoy mi fortuna se multiplica al ser invitado a mi pueblo, a mi origen, a la tierra de mis padres y abuelos, a mi propia tierra, a promulgar en voz alta el inicio de las fiestas en honor de la Virgen del Amparo; símbolo de unión, pertenencia, armonía y encuentro de todos los que nos consideramos sus hijos, hijos de Santa María”.
Santa María es mi pueblo natal, y la virgen del Amparo, más una creencia religiosa es el símbolo de que la gran Madre nunca muere, y que pasan generaciones, pero se mantiene la pertenencia.
Aprendo de mis antepasados y pretendo modelar para los que vienen detrás de mí, sin otro afán que amar y ser amado y pasar por este planeta, por este cuerpo transformando para el bien, para el encuentro, para la vida.
Gracias a ti que lees lo que yo escribo, que no tiene la finalidad de contarte mi vida, sino que al escuchar la mía te conectes con la tuya, y descubras en tus ancestros la gran riqueza que hoy te hace ser quien eres; y en tu descendencia la esperanza para ver la luz en medio de la sombra.

Con mi cariño de siempre: José Luis 
joseluis@dordesa.com  www.dordesa.com

domingo, 6 de mayo de 2018

Prohibido quejarse


Amigos lectores:

Curioseando por los libros allá donde hay un patio de letras, bien llamadas librerías, llenas de tomos y tomos, me encontré con uno nuevo, que se asomaba indiscreto, quizás por ser inexperto, de esos recién llegados, que aún no los acomodan, apretados con los otros. Su título me llamó la atención: “Prohibido quejarse”, de Salvo Noé, sicólogo italiano, que lo vende con un cartel incluido, repitiendo la misma frase de “prohibido quejarse”. Y continúa: Haz algo para mejorar tu vida y la de los demás, puesto que las quejas como las mecedoras, te entretienen, pero, no te mejoran.  Proponiendo quitar así un clima de negatividad, para mejorar la autoestima, el entusiasmo, la motivación, volviendo a poner la confianza, responsabilidad y competencia en el centro de nuestras vidas, sin jugar ya más a la víctima, al salvador o al perseguidor.

Y si en esa sociedad donde aparece el libro, lo sienten necesario, cuánto más en la nuestra y en este clima electoral que vivimos, donde no sólo hay quejas por todos lados, sino vituperios, y descalificaciones queriendo manipular el conocimiento y voluntad de los electores.

¿Qué pasaría en realidad si no nos quejáramos, si estuviera prohibido quejarse, si por cada queja nos multaran? Sería fabuloso, ¿No cree usted? Porque se empezaría una nueva cultura, un cultivo en la mente de los ciudadanos, hacia lo positivo, hacia el agradecimiento, y hacia el reconocimiento motivador de lo bueno, de las conductas ciudadanas que arrastran porque no se pierden en palabrería, sino que calladamente actúan.


¿Qué pasaría si en las instituciones, en lugar de reclamos les llegaran felicitaciones? Caray, sería increíble, porque todo el personal de dicha institución, se sentiría reconocido, aplaudido, y eso los motivaría a servir de mejor manera.

¿Qué pasaría en las colonias donde en lugar de quejas, se escucharan alabanzas por el buen vivir en esa zona? Las personas que ahí viven, orgullosas cooperarían a que fuera mejor cada vez la calidad de vida, el trato con los vecinos, el no tirar la basura, el saludar al que pasa, y en fin, a cuidar entre todos la vida buena que ahí se logra.

¿Y si en las casas, en las familias, en lugar de quejas se escucharan frases positivas de “qué bien lo hiciste”, “qué bueno que lo lograste”, “te quedó maravilloso”, “esto está de presumir”, y así una serie de frases motivadoras? Desde luego que se crearía otro clima existencial, de desarrollo y crecimiento.

¿Qué pasaría si en su empresa, chiquita o grande, ahí donde usted labora, no se escucharan quejas, sino palabras de compañerismo, de apoyo, de entusiasmo por lo logrado, de atención para realizarlo mejor, de reconocimiento al esfuerzo hecho, de propuestas creativas, y de acompañamiento laboral que da confianza?

¿Qué pasaría si usted se lo propone, y en lugar de quejarse, habla bien de su hogar, de su trabajo, de las instituciones, de nuestra patria? Y por veinte días lo hace, educándose así, a ver lo bueno de todo el entorno que lo rodea, de la sociedad, y entonces usted coopera entusiasmando, agradeciendo, felicitando, reconociendo, admirando, sorprendiéndose, alegrándose? Desde luego que su salud mejoraría, y haría usted más sano su ambiente donde se mueve, porque sus palabras ya no serían tóxicas sino nutritivas para los demás, y eso sería maravilloso, no cree usted?

Es un buen momento para hacerlo, tomémosle la palabra a este autor, y propongámonos que de ahora en adelante al menos en nosotros “esté prohibido quejarse”. ¿Le parece?.

Con mi cariño: JUAN IGNACIO