Estamos
viviendo una época en la que a través de algunas reformas emprendidas por las
cúpulas de los partidos de la clase política, se pretende poner al día al País,
en renglones donde supuestamente la ciudadanía esperaba desde hace tiempo
pudiéramos modernizar, desatorar, arreglar, transparentar y funcionar mejor.
Sin embargo, vemos muy enmarañado el panorama, con mucha urgencia en los
tiempos, pero, con poca exigencia en la seriedad, transparencia, y posibilidad
real de que dichas transformaciones nos lleven a lo apetecido, con lo que hay
ya un cierto desencanto y animadversión, pues, nos estamos dirigiendo a más de lo
mismo: Corrupción, robos, saqueos, contubernios, hipocresías, cinismos, y por
consecuencia, injusticias, inequidad, mentiras, y falta de solidaridad, lo que
nos llevará a no lograr la paz tan anhelada, ni la fraternidad, ni el progreso
tan cacareado. Las cifras últimas nos alertan “tres de cada diez niños en
nuestro país, se nos mueren de hambre y pobreza”.
Y hay una clave sicopedagógica
que nos puede llevar a entender dónde está el hilo de la madeja: Resulta que
ahora hemos ya comprendido, que para aprender, se requiere cuestionar al que aprende
con preguntas clave que lo lleven a interrogarse, reflexionar, buscar, saber lo
que quiere o necesita, e iniciar un camino para lograrlo. De hecho, los trabajos
por proyectos y muchos métodos actuales nos llevan a esto. “No podemos seguir
buscando lo que se nos perdió en el interior de la casa, afuera, en la calle,
tan sólo porque ahí hay luz”.
A todo ser humano, en su interioridad, su
naturaleza lo cuestiona, y pregunta: ¿Paraqué naciste? ¿Por qué en estas
circunstancias? ¿Qué hay más allá de tu vida? Y esas preguntas existenciales lo
llevan a buscar y dar respuestas que orientan su vida. Y así es en todo.
Hace
días Alfonso Cuarón utilizó su prestigio y sus recursos mediáticos para hacer
un cuestionamiento muy razonable sobre la reforma energética. Y sólo escuchamos
como respuesta, lenguajes incomprensibles, generalidades y descalificaciones,
mostrando eso, la incapacidad de aclarar y debatir, lo que confirma que nuestra
política sigue por caminos tenebrosos, donde la principal zona de negociación
es “lo oscurito”. Tratar de saber qué pasa puede ser visto como un pecado
ciudadano, hacer preguntas y cuestionar se ha vuelto peligroso. Y eso obliga
entonces a las marchas y lucha de fuerza, no a la razón y la respuesta.
¿Entonces
queremos educarnos o no? Porque con esto se revela uno de nuestros mayores
rezagos, que es la incapacidad de utilizar el lenguaje…Y hemos dicho que las cabezas
modelan. ¿Buscamos en serio la educación? O seguiremos usando un lenguaje “cantinflesco”
que fue chusco, y original en el artista, pero, nefasto en la política, en lo social
y en la educación.
Amigos lectores no tengamos miedo a las preguntas de nuestros
hijos, y hagámosles preguntas a ellos que los lleven a aclarar lo que buscan,
lo que quieren, lo que necesitan. La verdadera educación pide que hagamos
preguntas clave, que abran lamente y nos despierten. Lo que claramente vemos no
se quiere en la política: Ni que el pueblo aprenda, ni que tome conciencia.
Con cariño Juan Ignacio
Con cariño Juan Ignacio
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