
“A ustedes no les llamo siervos, sino amigos”. Porque “el que tiene un amigo, tiene un tesoro”. Creo en estas sabias palabras; un verdadero amigo vale mucho más que cualquier cuenta de banco. Y como muchas otras cosas, cuando los seres humanos nos devaluamos y nos enajenamos en el trabajo, la diversión y las prisas, se nos olvida lo esencial.
Siempre me he considerado afortunado porque tengo buenos amigos; a mi manera, claro, a mi estilo, algunos de ellos son amigos en la distancia, porque nos separa el mar y nos vemos cara a cara pocas veces, pero con mucho gusto, y entre nuestras distanciadas visitas, utilizamos medios electrónicos para estar en contacto. Otros amigos son más cercanos nos vemos de vez en cuando a echarnos una buena platicada a la sombra de una cerveza o un café. Algunas veces la vida nos pone las circunstancias más proclives a los encuentros, o las ganas de encontrarnos hacen que le robemos ese recoveco a la vida para estar juntos.
La vida nos juntó a Ricardo y a mí una vez más, esta vez junto al mar en manzanillo, donde pudimos encontrarnos y platicar largo y tendido, de nosotros, de nuestras vidas, de nuestras creencias y descreencias, de nuestra filosofía de vida, del color de la noche, de cómo los peces viven en el agua y de las altas teologías desde Oriente a Occidente.
Uno de los signos de la verdadera amistad es que puedes platicar largos ratos sin cansarte, discutir acaloradamente sin enojarte y llegar a ninguna conclusión, sin que haya vencedor ni vencido y descubriendo que la amistad está por encima de la teología y de la ideología, y que sintiendo y pensando cada cual desde su interior y profundidad, no se necesitan acuerdos, sino respeto, no se necesitan teorías sino escucha, no se necesita la verdad sino el interés por la parte de verdad que el otro tiene.
Me sentí escuchado, me sentí querido, me sentí valorado y sentí a Ricardo contento, disfrutando y gozando desde él, este encuentro provocado por ambos y correspondido por los dos. Qué grande es tener un amigo en el que puedes confiar, en el que puedes descargar tus pesos, sin que él los cargue, siendo vehículos de desahogo el uno para el otro y sintiendo la carga ligera por ambos lados. Qué grande es poder aprovechar lo pequeño, lo insignificante para provocar el encuentro, el diálogo. Qué enriquecedor, poderte expresar sin el miedo de ser juzgado y poder escuchar la otra parte del cuento sin sentir la envidia o los celos de que no sea tu versión favorita.
Gracias amigo Ricardo por esta experiencia de amistad profunda compartiendo trabajo y descanso, buena conversación y buena mesa, gracias por la comprensión y la tolerancia, gracias por la profundidad y la escucha. Gracias porque desde que te conozco siempre has sido tú y tu autenticidad es lo que más valoro.
Y a ti que me lees, te quiero agradecer tu tiempo y tu cercanía y quiero que al leer también entres en sintonía y valores la amistad. Creo que vivimos en un veloz mundo de carreras interminables, de trabajos que cual burro con zanahoria adelante vamos tras lo que no se puede conseguir, dejando en el camino lo más valioso. No nos encontramos con el de al lado porque tenemos que llegar al siguiente lugar, y llegados allí, ya tenemos la siguiente meta, y al final de la jornada concluimos que vamos muy rápido pero que el viaje, en muchas ocasiones no valió la pena. Y al contrario de mi encuentro con Ricardo hablamos de muchos nombres pero pocos encuentros, de mucho trabajo pero escasos resultados humanitarios, de grandes tecnologías pero no a favor de la persona, de muchos grupos y pocos equipos, de familias pequeñas pero que no viven mejor.
Hoy te invito y me invito a escuchar más, a tolerar mejor, a dejar de correr, a pararnos un rato y a sentirnos a nosotros mismos y compartirnos con los demás.
Merece la pena un mundo de más relaciones y más profundidad en las mismas, merece la pena vivir más años pero con calidad, merece la pena tener más cosas para disfrutar con más personas. Sin embargo el arrastre cultural nos va llevando a quedarnos en los medios sin saber qué fines perseguir, y nos estancamos en el tener, y nos conformamos con estar junto al otro aunque no sepamos nada de él, y nos quedamos impávidos ante el mal, la injusticia y la destrucción del planeta.
Hoy tú, yo, Ricardo, María y quien quiera que esté en esta sintonía comenzamos de nuevo, arrancamos juntos, brindamos por un mejor mundo construyendo nuevas relaciones, dibujando nuevos caminos y siguiendo el gran lema: “AMA A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO”. Ámate, date tiempo, quiere lo que haces, haz lo que quieres, y descubre en tu camino al otro, al que como tú lucha por ser feliz y haz una pausa entretente n rato con él, pierde un poco de tu tiempo y verás lo que es la felicidad.
Espero tus comentarios
Con mi cariño.
José Luis
Gracias por seguir en contacto:
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