martes, 24 de febrero de 2009

El desarrollo personal exige determinación

Sentado frente a ti, con la firme intención de ser un buen espejo para que puedas ver tu rostro y a través de él descubrir tu alma, me siento dichoso de poder ser este instrumento facilitador de tu desarrollo; del mismo modo, me veo en ti y cuestiono mi existencia, mi conducta y mis actitudes.

Este trabajo terapéutico nos da la posibilidad de crecer y desarrollar lo más precioso que como seres humanos poseemos: nuestro espíritu. Esta zona interior, profunda donde anida nuestro ser, fuera de lo cotidiano, de las apariencias, del status y del ruido que hace la moda, el deber ser y el prestigio.

Las personas tenemos siempre esta oportunidad al contactar con otros, amigos, pareja, hijos o compañeros de trabajo hacen este trabajo terapéutico en la vida real, menos son las veces que los profesionales de la psicología tenemos acceso a la mayoría de las personas. El terapeuta habitual es el que convive todos los días conmigo, es el espejo en el que me veo, me agrade o no. De ahí la importancia de que nuestras relaciones sean sanas, de que el desarrollo personal sea constante, pues cuanto mejores personas seamos, mayor transparencia tendrá el espejo en el que el otro se mire.

Aunque la mayoría de las personas están de acuerdo con estos principios, son minoría los que lo ponen en práctica y dedican tiempo en su agenda diaria a realizar acciones que los hagan más conscientes, más auténticos y más comprometidos con su desarrollo.

En mi profesión casi todos los días me encuentro con grupos que tienen hambre de saber más, de conocer, de estar mejor, de entender los mecanismos que mueven el interior para generar actitudes de superación. Pero invariablemente, quienes se preparan encuentran dificultades con los que a su lado habitan, en el sentido de que “los demás no avanzan”.

Es un asunto que nos hace pensar, en la condición del ser humano: ¿Está peleada la voluntad con el deseo? ¿Por qué a veces no son fuertes nuestras decisiones? ¿Qué hace a un atleta olímpico entrenar todos los días? ¿Por qué el control de la tele tiene más poder que el hacer un trabajo para la escuela? ¿Por qué me paso las horas cheteando o jugando Xbox y no me aplico en las tareas? ¿Porqué no me titulé? ¿Porqué dejé a medias ese libro?

Determinación es una palabra clave en este tema. Determinar es poner los términos justos, es poner las cosas en su lugar, es tomar una decisión y realizar todas las acciones para que dicha decisión se lleve a cabo. Es soñar y ponerle pies y manos a los sueños para que se realicen, es lograr, dar resultados.

Cuando tenemos la experiencia de un logro, internamente sentimos ganas de seguir, de repetir la acción, de avanzar y de “echarle ganas” a lo que sigue. Por el contrario, la sensación de derrota, nos frustra, nos llena de miedos y prejuicios y nos hace lentos para la siguiente decisión.

Mi desarrollo personal depende de mí. Otros pueden opinar, algunos me pueden facilitar el camino, no faltará quien me ponga obstáculos o se burle de mis decisiones con comentarios como: “otro cursito más… si tú no cambias… tantos cursos y sigues igual… mejor quédate en tu casa, pues candil de la calle…”. Pero mi crecimiento, sólo depende de mí, de mi decisión, de mi convencimiento y de mi entrega al logro de mis metas.

Hace poco terminando un curso con hispanos en la ciudad de Dallas, un grupo me invitó a cenar para seguir compartiendo, en el camino el marido de una mujer joven le habla diciendo “¿Ya cambiaste con tu cursito?”, a decir de ella, al marido no le interesa en lo más mínimo prepararse, crecer ni desarrollarse, y cuando ella quiere hacer algo al respeto, él se burla con este tipo de comentarios. La pregunta que se me ocurre es ¿Porqué este hombre joven, con hijos adolescentes y niños no estará interesado en su desarrollo personal? ¿Tendrá que esperar a que sus hijos estén en un tribunal para menores para decir que algo hizo mal y que no sabe cómo remediarlo? ¿Esperará a estar a punto del divorcio para cuestionarse cómo mejorar la relación con su pareja?

Ojo, amigos, el pecado original es la pereza mental, el no desarrollarse, el no querer pensar en más soluciones. No caigamos en el hábito de no esforzarnos en buscar más soluciones, no nos dejemos guiar por la opción más fácil, no elijamos el camino del arrastre cultural que nos lleva a consumir desmesuradamente, porque nuestra esencia como humanos es crecer, buscar y aplicarnos con determinación a lograr cada día nuestras metas, nuestros objetivos y así acercarnos a la gran visión de ser plenos, de ser lo que realmente somos sin máscaras y sin ego. A ser en realidad el ser humano que Dios soñó.

Sé que parece una tarea difícil, sin embargo creo que es la tarea que merece la pena realizar.



Espero tus comentarios

Con mi cariño.

José Luis

Gracias por seguir en contacto:

www.dordesa.com joseluis@dordesa.com

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