miércoles, 28 de enero de 2009

Conciencia y espiritualidad en el mundo actual

Estamos ante un mundo convulsionado por la crisis económica, y pareciera que hay pocas esperanzas en la reunión mundial en Suiza, donde más suena a escaparate del poder, que realmente a “humanos preocupados por humanos”. Y es que se ha perdido la dimensión humana, ¿Cuál es el sentido de nuestra acción y trabajo en el mundo? ¿Es para nosotros el universo, un juguete que no hemos creado? ¿Somos dioses? De hecho, estamos en Dios, nos movemos, existimos, y somos en ÉL. Pero, por otro lado, en nuestro misterio existencial, en nuestro ser que se nos va develando poco a poco, descubrimos nuestra individualidad, somos nosotros y no otro, pero, en proceso de ir descubriendo a los otros, y al OTRO, o sea, tomando conciencia. Y esto es un proceso natural y necesario, por eso decimos que “nada hay más humano que el fortalecer la conciencia y hacer al hombre responsable de sus propias decisiones”.
Este proceso es un movimiento del espíritu humano, que lo lleva a una toma de conciencia ante las realidades históricas que vive, en vistas a una modificación de actitudes que lleven a hacer de su realidad algo más fraterno, justo, libre y sano. El fenómeno de la reflexión es preferentemente personal, el de la concientización es grupal. La experiencia del contacto directo con la realidad es el fenómeno primario, este contacto produce en nosotros el hecho vivencial, y sobre este hecho se vuelve la conciencia para examinarlo, hacerlo consciente, y analizar el hecho de nuestras relaciones con la realidad. La conciencia, pues, no es una entidad, sino el hecho vital en el hombre de volverse sobre sí mismo y reflejar de una manera consciente sus actitudes de vida en relación con la realidad. Lo que busca la conciencia es la realidad y la verdad.
Primero fuimos una conciencia ”inmersa” en el mundo, no se había tomado distancia, aceptaba como propias consideraciones, las que le venían del medio ambiente, era una conciencia Mágica, todo lo esperaba de fuera, confiando en soluciones mágicas. Ahora empieza a ser una conciencia que percibe el cambio histórico, y lo que ella puede hacer por ese cambio. Cuando es capaz de comprender y superar los condicionamientos que dominan esa historia, se convierte en conciencia CRÍTICA.
Y es aquí, en esta toma de conciencia del ser humano moderno, donde nos situamos para entender su inconformidad espiritual, y su adaptación al medio que lo rodea, exige, acelera, y estructura sin dejarle tiempo para reflexionar y menos para una conscientización. Porque hay miles esperando poder entrar a trabajar, y su estadía en un lugar laboral para obtener su sustento, depende de su dependencia a la estructura y políticas vigentes.
Por eso Tenemos ahora una generación de “hombres grises” o sea, de aquellos que por tanto trabajar, han perdido todo. Y resuenan en nosotros aquellas palabras del evangelio: “¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma, o sea su ilusión, su ser él?” Porque al igual que tenemos ojos para ver la luz, oídos para oír los sonidos, “tenemos un corazón para percibir con él el tiempo”, y todo el tiempo que no se percibe con el corazón está tan perdido como los colores del arcoíris para un ciego o el canto de un pájaro para un sordo, y por desgracia, hay corazones ciegos y sordos que no perciben nada a pesar de latir.
Cuando decimos que “el tiempo es oro” sólo es verdad cuando cuenta a nuestro favor porque fue utilizado en algo bueno para nosotros, los demás o la naturaleza. Eso bueno que se organiza con la mente, pero, se aquilata con el corazón. La mente hace que se aproveche el tiempo, que haya hábitos, que tengamos estrategias, pero, es el corazón que sabe estar en lo que se está, apasionado, atento, gozoso, y el que sabe cerrar cuando se termina algo, sin quedar anclado a un pasado inexistente, ni soñando en un futuro que aún no está.
Ciertamente hoy, tenemos mucho en qué pensar, qué hacer, oír, trabajar, pero, también tenemos más herramientas como el haber descubierto “el poder del ahora” y “la fuerza de la intención”.
El concepto de que todo lo que hagamos, cuando lo hacemos bien, plenamente y servicialmente se nos vuelve oración, y que somos nosotros los que bendecimos, consagramos y ofrecemos la materia con la que trabajamos, transformándola, y completando así la creación que comenzó con Dios, y que nos fue confiada, es un hecho ineludible que nos enaltece y que nos resposabiliza.
“Cuando a Einstein le preguntaron sobre la bomba atómica, contestó: El problema no es la bomba atómica, sino el corazón humano”. Porque es ahí donde se fragua la fraternidad y la construcción de un mundo mejor y más justo, o donde puede anidar la envidia, el egoísmo, la injusticia, la intención de lucro, la tergiversación de la verdad, la manipulación y uso de las personas como si fueran objetos, la corrupción, el desenfreno y la adicción, el amor o el odio, y el desorden que pone primero al bien estar, que al bien hacer, o al bien ser.
Si el ser humano sólo se hace reflexionando, y las comunidades sólo se hacen tomando conciencia de lo que son, quieren y valen, frente a una realidad que las confronta, entonces descubrimos, que siendo hijos y creaturas de un Dios que laboró seis días, de un Dios cuya gloria fue construir la creación que admiramos, y dejarla inconclusa para que el ser humano crezca, entonces el trabajo de nuestras manos, de nuestras mentes, de nuestros corazones, es lo que ÉL quiere. Es, pues, la flojera una blasfemia, y la pereza la que rompe la armonía entre trabajo, crecimiento y sustento, haciendo que venga la malicia para lograr que se gane de lo que no se ha trabajado, y se quiera cosechar de lo que no se ha sembrado. Veamos la realidad que nos circunda y la desgracia económica producida por brillantes mentes especulativas.
O se vuelve oración y alabanza nuestra vida diaria, o se transforma en maldición, destrucción y guerra. Es por esto que tenemos que decidir qué queremos hacer con nuestras vidas, y lograr estrategias: Hábitos sanos que regulen el descanso y el trabajo. Límites en el tener, y algunas veces sufrir necesidad, para comprender y fraternizar. Tener el principio en la mente, que nos dé claridad del paraqué trabajamos y así lo podamos ofrecer cada noche. Compartir para sentir cómo construimos la fraternidad deseada. Contar el dinero y distribuirlo tomando conciencia de que nosotros somos quienes lo manejamos. Gozar y hablar de lo que hacemos, eso nos dará libertad y sentido de cocreadores y no de esclavos. Organizarnos para que aún en la velocidad diaria sintamos la armonía. Descansar un día a la semana tomando conciencia de que no somos máquinas, sino espíritus encarnados. “Todo es, pues, oración cuando todo es relación con ÉL”.

Con todo cariño

Juan Ignacio

www.dordesa.com
juanignacio@dordesa.com

1 comentario:

  1. me encanta todo esto mil gracias por lo que escriben realmente sirve de algo en mivida diaria
    suerte entodo saludos

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