domingo, 18 de enero de 2009

Con dolor de muelas


Muchos de nosotros hemos vivido la experiencia de que una muela nos duela, y que no soportemos el dolor. Otros quizás los más jóvenes tendrán algún día la oportunidad de hacerlo.

En días pasados yo viví la experiencia y no me voy a referir aquí a todo el proceso por el que pasa el dolor, sino a una anécdota que me hizo reflexionar.

Salí del consultorio del dentista con la anestesia en mi lado izquierdo. Mi sensación era que mi labio, mi lengua y parte de mi cachete eran enormes, no podía dimensionar. Me miré al espejo del coche dos o tres veces y mi cara, incluidos mis labios se veía normal, sin embargo mi percepción era que estaba sobredimensionada. Como es costumbre en casi todos nosotros, con la lengua hacía un recorrido por las zonas afectadas y seguía sintiendo lo mismo, me volvía a mirar en el espejo y todo normal ¿Cómo va a estar todo normal si yo estoy sintiendo mi lengua y mis labios enormes? Y sin embargo sabemos que así es el efecto de la anestesia.

Pues ahí va lo que me hizo reflexionar este efecto anestesia de dentista. Resulta que nosotros tenemos una percepción de nosotros mismos, se llama autopercepción o autoconocimiento, el cual es básico para llegar a aceptarnos y a amarnos. Si yo me creo incapaz de hacer algo, aunque esta percepción no sea verdad para todos los demás, aunque me digan que sí puedo hacer algo, aunque me conozcan y valoren, si yo no me valoro, pensaré, sentiré y actuaré como si no fuera importante, como si mi valía fuese nula. Al contrario, si yo me creo capaz de realizar algo, aunque todos piensen que no podré o que no seré capaz, la fuerza de mi creencia es tal que lograré los resultados aún en contra de la mayoría.

Por tanto la percepción interna es muy importante, y es necesario que la estemos monitoreando constantemente, para que así nosotros seamos conscientes de porqué suceden las cosas de un modo a nuestro alrededor o porqué nosotros reaccionamos de una forma en lugar de otra. La conciencia de nosotros mismos, el saber de nuestro interior, nos de la seguridad de que podemos responder como nosotros queramos. La inconciencia, el no conocimiento de nosotros, nos hacen sentirnos víctimas y culpar a los demás, o a las circunstancias de lo que nos pasa.

Esto no quiere decir que los demás no existan, o que lo que hacen no nos afecte, pero la última respuesta sobre nosotros mismos o sobre lo que nosotros tenemos control es nuestra y depende de nosotros. Por ejemplo ante una aglomeración de tráfico, hay quienes se enojan, gritan, tocan el claxon, y maldicen a quien se les pone enfrente, y hay quienes aprovechan la circunstancia para escuchar una música relajante, o para nutrir su mente con un audiolibro. La circunstancia es la misma, sin embargo la respuesta de cada uno es diferente, gracias a su proceso interior, no a que la circunstancia exterior, o sea el tráfico, sea diferente.

La cultura del victimismo ha sido instalada en nuestro cerebro desde muy pequeños. Cuando el niño tira un plato y se rompe, lo primero que le viene a la mente es “yo no fui”, aunque sea evidente para el observador. El adolescente suele decir: “me reprobaron”. El obrero en la empresa: “me explotan”. Y la mayoría de nosotros ante las situaciones de la vida: “el gobierno, las estructuras, los demás… tienen la culpa de que yo esté así”. Esta cultura está tan fija en nuestro cerebro que para desinstalarla necesitamos hacer conciencia, darnos cuenta de que el mundo existe y tiene sus reglas, de que nosotros somos los responsables de entender estas reglas y este mundo y decidir cómo queremos vivir.

En el libro El Principito, cuando el rey es interrogado dice que él manda sobre el universo. Cuando el Principito le dice: “manda que en este momento salga el sol”, el rey le comenta que él manda que salga el sol a la hora que tiene que salir, pues de lo contrario no sería obedecido. En vez de mandar que alfombren el mundo para que nosotros podamos circular descalzos por él, es más sano mentalmente ponernos unos zapatos para no lastimarnos.

Para instalar una nueva cultura, la de la responsabilidad, tenemos que comenzar cada mañana trabajándonos a nosotros mismos, reflexionando, meditando, orando, diseñando nuestro día, visualizando cómo queremos que transcurra la jornada y cómo queremos concluirla. Cuando nosotros realizamos este trabajo interior, entonces nos valoramos, nos vemos bien, y eso proyectaremos a los demás. Esto se llama autoaceptación y está muy cerca de la autoestima.


Si constantemente estamos anestesiados, o con dolor de muelas, tendremos esta sensación constante, y pensaremos que nuestra cara está deformada, entonces cuando nos miren otros, sentiremos que se burlan, que hacen comentarios sobre nosotros y que no nos aceptan, aunque a los demás no les interese en absoluto lo que nos pasa.

Hoy te invito a sanear tu interior para que así puedas ser también más sano hacia fuera. Y si, como imagino, eres joven de corazón, decide cada día quererte como eres, aceptar todo de ti, de modo que con esa actitud logres también ser más tolerante con los demás.

Espero tus comentarios

Con mi cariño.

José Luis

Gracias por seguir en contacto:

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