martes, 14 de abril de 2009

¡La gran alegría de volar mariposas!

Amigas y amigos:
Qué gusto encontrarlos en nuestra página, leyendo nuestros artículos.
Hoy quiero escribirles algo que me ha gustado mucho, por lo maravilloso, por lo anecdótico, y por lo paradójico.

Lo maravilloso, es que celebramos la primera comunión de María Escarlett, mi hija menor, con sus ocho añotes, dando ya el paso a un encuentro con alguien más allá de la realidad virtual que para esta generación es algo normal y cotidiano, sí, un encuentro que tampoco es lo que ellos buscan por su edad y por la época de la imagen: Divertido, colorido, fantástico, no…sino un encuentro distinto, por un lado un encuentro histórico, porque la persona con la que se encontró tiene historia, y se ha escrito sobre Él, mucho, y se sabe de sus amigos pescadores, y de lo que le pasó en su vida. Por otro lado, un encuentro más que misterioso, sacramental, o sea, un encuentro en una dimensión más allá de la dimensión material que se ve, un encuentro con algo más profundo, que el sólo pan que se mira, o la hostia que se come, con alguien que está ahí, en lo más denso que el ser humano puede percibir, a través de otra realidad material. Pero, además, un encuentro Espiritual, o sea, un encuentro que se da a niveles más profundos que el sólo cuerpo, o mente, o corazón, sino en la cuarta dimensión, en el espíritu, el que en nosotros cuestiona la finalidad de nuestra vida, de nuestro quehacer, y de nuestra felicidad, el que ya desarrollado nos hace humanos.



Lo anecdótico es que pudimos hacer muchas cosas que quedarán en su vida registradas, como el buscar entre los cuatro miembros de nuestra “familia equipo”, qué queríamos hacer en su primera comunión: El lugar, las formas, los contenidos, etc. por ejemplo el que la hiciera en su parroquia, en la iglesia provisional que hay en el lugar. El arreglo floral escogido para que fuera bello por lo discreto, elegante por lo fino y no cargado, pero, que diera vida y color porque el día espiritual de nuestra familia en el que hemos hecho los acontecimientos más grandes de ella, ha sido el 21 de Marzo día de la Primavera, de la alegría, del despertar de la naturaleza.

Hoy no es común encontrar en las iglesias coros de niños, por eso, preparamos uno, con niños de una casa del DIF y su maestra de canto, una chica muy preparada y profesional musicalmente hablando. ¡Cuánto llena escuchar un coro así! Y toda la Liturgia, preparada especialmente para ella, desde la entrada, con todas las niñas y niños participantes, simbolizando la nueva generación de creyentes…las lecturas escogidas en familia, y proclamadas por niños. La vela de su bautismo entregada ahora en sus propias manos por los padrinos, junto con la Biblia. Las peticiones leídas claramente en el micrófono por sus compañeritos, las ofrendas simbolizando su vida de niña, en el ofertorio, la comunión bajo las dos especies, la medallita de María puesta en su cuello como señal de entrega y modelo, hasta la bendición de sus papás al final.

Y se hizo afuera, en un jardín frente a la casa, la reunión de todos, para bendecir nuestro hogar con la fuerza de la amistad, y para que todos los niños soltaran de sus cajitas donde habían sido cultivadas, unas hermosas mariposas, símbolo de vida, de libertad, de Resurrección. Y cincuenta mariposas abrieron sus alas, impulsadas por la alegría y sonrisas de los niños, al viento. Fue algo espectacular, ver los rostros de los niños, el maravilloso encuentro del humano y la naturaleza, su admiración genuina ante la vida que levantaba el vuelo, una diminuta vida, lanzándose hacia el cielo.

Y hubo la comida, departida más con la alegría del encuentro de las viejas amistades, que de los vinos, y platillos. Pero, como si la comida hubiera sido anunciada, más que de tres tiempos, “de las cuatro estaciones”, de repente se nubló el cielo, cayó una fuerte nube hecha lluvia y después granizo, para quitarse enseguida, y dejar nuevamente brillar al sol.

En ese momento se invitó a las niñas y niños a participar, con los atuendos propios de los cocineros, en el arte culinario de elaborar galletas y diferentes postres para los comensales, algo entusiasmante y de fotografía. ¡Y ahí estaba toda la chiquillería atenta y trabajando! Y los adultos a comer de las galletas preparadas por los hijos, y de postre unas rosas congeladas y en azúcar, por si alguien no creyera que las rosas no sólo se envían, o se regalan, sino se comen.

Y al caer la tarde, aparecieron todos los instrumentos necesarios para elaborar “papalotes” y un gran maestro que dirigiera a papás y peques, para armar, y hacer volar con el viento de la tarde, y frente al ocaso, los famosos cometas, o papalotes lanzados al viento, de colores, y con sus caudas flotando y equilibrando el vuelo. Papás e hijos, en un encuentro tal vez el primero de ese género, como la primera comunión, con la alegría de armar juntos un juguete, y hacer volar una ilusión.

Fue espectacular, verlos volar frente al sol, verlos correr, verlos armar, verlos ir a recoger los papalotes traicionados por el viento, verlos unidos en una fiesta común de encuentro: Porque eso es “ una primera comunión”, una gran fiesta, como cuando en aquellas regiones donde no había nada y ya era tarde, el gran maestro hacía sentar a la gente, más de cinco mil oyentes, y multiplicaba de unos panes y unos peces, una gran comida para todos. Y volaban las sonrisas, y la admiración del hambre disipada, con la sencillez de un gran milagro. Y el hambre había sido sucedida por la saciedad, y el extraño por el compañero de mesa, y la cara adusta por la sonrisa, y la vida sin sentido, por una misión que cumplir y una finalidad descubierta.

Y nos teníamos que ir, pero, no queríamos, la magia del encuentro nos había atrapado. Más allá de las guerras y el terrorismo, y las amenazas, y las crisis, habíamos logrado un momento de paz, y de profundidad, porque ese pedacito de pan hecho eucaristía, recibido en la mañana, nos había hablado de lo algo más, de lo profundo, de lo que está ahí, pero, no lo vemos. Del otro, nuestro prójimo, que es Dios hecho carne. De un mundo maravilloso, del que sólo vemos lo malo y la tragedia.

Ahí estaba lo paradójico, de algo tan simple, se había suscitado un torrente de vida y energía. Como es con todo lo esencial de la vida, algo que parece nada, lo es todo, y lo que parece todo es tan relativo, que nos hace pensar en nosotros mismos, tan criaturas, y tan hijos de Dios. Y se nos fue la tarde. Pero, ¡Gracias amigas y amigos por permitirme en esta ocasión, contarles algo tan aparentemente sin gracia como el vuelo, en el alma, de unas mariposas!.


Los invito a que nos escriban en el espacio de comentarios.

Juan Ignacio

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