Una de las cosas que recuerdo de la vida de Don Bosco,
es la experiencia que tuvo al ir a la cárcel para confesar a un joven condenado
a muerte, el cual lo rechazó; con toda la tristeza a cuestas cuando salió a la
calle vio pelearse violentamente a un grupo de adolescentes, su pensamiento se
fue hacia el futuro: “si no ayudo ahora a estos muchachos, un día estarán allá
adentro, donde no podré hacer nada por ellos”.
He tenido la oportunidad de leer la biografía de Mary
Kay, una mujer que logró hacer una empresa para mujeres en un tiempo de
hombres, donde cada mujer es independiente, tiene su propia empresa y con el
lema “primero Dios, luego la familia y después la empresa” ha logrado
trascender en el mundo entero.
Quizás te preguntes qué tiene que ver Mary Kay con Don
Bosco. No mucho en cuanto al trabajo concreto, uno educador de niños y jóvenes
pobres y otra en el negocio de las cremas y la belleza. Pero sí en cuanto a la
pasión y la mística, la confianza plena en Dios y en la providencia, sus pies
en la tierra en aquello de “a Dios rogando y con el mazo dando”, es decir con
una gran esperanza y haciendo hasta lo imposible por lograr sus metas.
Soñadores, innovadores y organizados, disciplinados y comprometidos con sus
objetivos.
Lo peor que nos pasa a los humanos es perder el
entusiasmo o la pasión por vivir. Cuando un padre o un educador dejan de soñar
y se convierten en proveedores o administradores sin mucho sentido, llega el
aburrimiento; cuando una pareja se aburre, viene la infidelidad y las
adicciones; cuando un joven pierde la pasión se la pasa en fiestas y excesos
que lo van dejando cada vez más vacío; cuando un niño pasa su tiempo jugando
con maquinitas y enajenado con la tecnología y no sale a la naturaleza y al
aire libre, se convierte en un consumidor caprichoso y berrinchudo.
Está claro que los grandes líderes trascienden por la
pasión que pusieron en lo que algún día soñaron, por eso después de la muerte
de su cuerpo su espíritu sigue más vivo que nunca y se vuelven en un claro
ejemplo a seguir por gentes de todas las épocas.
Tú y yo, sin importar nuestra edad, condición social,
estado civil, raza, religión o cualquier otra característica que nos haga
diferentes, coincidimos en lo esencial, todos estamos hechos a imagen y
semejanza del Ser Superior, y todos tenemos la semilla de la pasión en el
interior, de nosotros depende que dé frutos y que esos frutos trasciendan por
el entusiasmo que depositemos en cada una de nuestras
acciones.
Es simple, aunque puede sonar difícil, lo que sí es
real es que si nos aplicamos, nuestro sueño se hará realidad. Y aplicarse
significa tener la VISIÓN, ponerle a ella la ACCIÓN, y DISCIPLINARNOS
con la CONSTANCIA necesaria.
Con mi cariño de
siempre: JOSÉ LUIS
joseluis@dordesa.com