lunes, 29 de marzo de 2010

Lo santo de una semana

Lectoras y lectores amigos:

Estando en vísperas de la llamada SEMANA SANTA o SEMANA MAYOR, viene a nuestra mente el preguntarnos sobre el “nombre” o “el porqué” del título que le damos a las cosas, eventos, sucesos, o tradiciones, para poder no sólo seguirlas, hacerlas, o continuarlas, sino buscar la forma de vivirlas, de darles su significado, o de cargarlas del contenido que merecen al saber porqué surgieron, satisfaciendo así un requerimiento natural de nuestras mentes humanas que funcionan siempre buscando el sentido, el porqué o para qué de lo que hacemos, y porque sólo sabiéndolo, podremos tener la libertad de aceptarlas o rechazarlas, como algo que nos nutra o como una simple creencia más que habrá que abandonarla o renovarla.

Me ha pasado más de una vez, que inquiriendo el significado, o el porqué de algo, obtengo una respuesta tan simple, que me cuestiona el porqué no lo había captado con mi lógica, yo mismo, o porqué me parecía algo incuestionable o muy distinto a mi cultura, y que sin embargo es lo más común o lo más humano, y que sabiéndolo lo entiendo y me río de mi búsqueda rebuscada. Así me pasó por ejemplo cuando llegando una vez al Uruguay, a su capital “Monte Video”, pregunté sobre el origen del nombre, y la respuesta fue que por el descubrimiento portugués del lugar, un marino que gritó “Monte video” que en español sería: “Video un monte” (Veo un monte) y que entonces se le quedó así, se le bautizó así con esas primeras palabras…simple y sencillamente por esto…

Pues, bien, la semana santa, no porque las demás no lo sean, sino para distinguirla de las demás semanas, por eso también el nombre de Mayor, para distinguirla de aquellas en que no se conmemora algo grande o por lo menos del tamaño de este acontecimiento: “La pasión y muerte de Jesucristo El Señor”, y por consiguiente los días en que por este recuerdo luctuoso, se nos invita a guardar recogimiento, meditación, oración, y cambio, los días en que se nos invita a meter orden en nuestras vidas, en la que se conmueve todo creyente ante el amor tan grande de Dios para nosotros.

Hasta ahí podría ser la respuesta religiosa, del porqué la llamamos así en nuestra cultura occidental y de tradición Cristiana, y que como toda festividad, va cargando con una serie de tradiciones, costumbres y folklor que acompaña siempre a estas celebraciones humanas, como son: Los tradicionales puestos de venta de todo tipo de alimentos, objetos religiosos, la antigua quema de los judas el sábado santo, el mojar a la gente ese mismo sábado que llamaban de –gloria- como signo de purificación y de preparación a la noche más grande que es la noche de Pascua o Resurrección, el desfile de la marcha del silencio en viernes santo con personas vestidas de penitentes, el famoso ya vía crucis del viernes santo el algunas ciudades, la bendición y venta del pan bendito, la venta y bendición de las palmas el domingo de ramos, y en fin, una serie de tradiciones lugareñas que sobre cargan el contenido verdadero, y desvían la atención de lo esencial, distrayendo más que concentrando la atención de los creyentes en el conocimiento, meditación y enamoramiento del Jesús histórico, que se hizo uno de nosotros, en todo, menos en el pecado, que se quedó en forma de alimento proclamando que nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos, que siendo coherente con su vida y enseñanza aceptó la muerte, enseñándonos a vencer al mal con el bien, y a tener paciencia porque ese bien triunfará sobre el mal aunque no inmediatamente, y que por eso la fiesta más importante es la RESURRECCIÓN, que se prolonga hasta Pentecostés, la fiesta del Espíritu, enseñándonos así, a ver más en el interior que sólo en las apariencias.

Esa esencia que se vuelve fuerte porque cuestiona su misma vida, a quien acepta y cree: ¿Sé comportarme como amigo, tengo verdaderos amigos, hoy que la ciencia nos advierte que mucho de la felicidad humana está en esta capacidad de abrirnos a los demás, y de construir encuentros verdaderos? ¿Doy mi vida por otros, gasto y desgasto mi vida por causas humanas que valen la pena, o la cuido tanto, y es tan light, que no vivo para servir y por tanto no sirvo para vivir? ¿Sé comulgar con los otros, con la naturaleza, con un proyecto de vida, que me hace sentarme a la mesa humana a compartir mi pan, y tomar del de los demás, o soy espinosito, egoísta, cerrado, difícil, racista, criticón, incapaz de participar en la última cena con EL Señor? ¿Abrazo, o sea, acepto plenamente la cruz, mi ser humano, con todas sus consecuencias, y la humanidad de los demás, con sus flaquezas y gorduras, los acontecimientos críticos que nos acompañan, hasta mi misma muerte, y quiero que sea para bien y construcción del Reino de Dios? ¿Creo en La Resurrección, y por eso, no me achicopalo ante las adversidades, ante esta lucha contra el mal, aunque parezca que va ganando, que es inútil, que mejor hay que aliarse al sistema corrupto, y aprender a vivir en la mediocridad y el utilitarismo? ¿Creo que hay algo más que las apariencias del cuerpo, el dinero, el poder, los honores, la rapiña, y el apantalle, y que debemos luchar por lo esencial, lo humano verdadero, el Espíritu, y los valores que nos constituyen como humanidad? ¿Creo en la alegría y en la Esperanza, porque sé que Él nos prometió estar con nosotros empujando esta carreta, hasta el final de los siglos, o sólo creo ya en el destino, la madre tierra, la evolución y reencarnaciones, el sincrodestino mental y casual, sin ninguna voluntad salvífica, ni un Dios Padre amoroso que nos convoca como hermanos y pone en nuestras manos la realización de una humanidad mejor?

Porque de esto se trata la semana santa o mayor, de hacernos cada vez más profundos y de ir contestándonos las preguntas existenciales que nos cuestionan como humanos. Hoy que tenemos el reto en Europa de una laicización que les va haciendo perder el sentido de la vida, y cuya oleada nos va llegando, y nuestro propio reto en América Latina de pasar de una “mera religiosidad” a un “Cristianismo profundo y espiritual”. Y porque sabemos que por más que nos queramos distraer y no responder, vemos a nuestro alrededor que todos tenemos un límite, que nuestra vida tiene un final, y que hay que responder de lo que vivimos, porque ese tránsito también es para nosotros y quién sabe qué tan cerca lo tengamos ya. No es una realidad para el miedo, sino para avivar nuestra voluntad y entusiasmo por algo mejor, lo merecemos, somos hijos no esclavos, somos invitados a la “fiesta de la vida” y tenemos que vestirnos con el traje de la “participación y conciencia”, que es el traje de la fiesta.

¡POR ESTO Y A TODOS, FELIZ SEMANA SANTA O SEMANA MAYOR!

Juan Ignacio

lunes, 1 de marzo de 2010

El arte del buen vivir

Amigas y amigos:

Mucho gusto en saludarlos y leernos en estos modernos medios, que ya nos van dando la vuelta sin que nos demos cuenta…y lo digo porque ahora ya son ellos los que nos leen a nosotros, y nuestra lectura pasa a otros aparatos que registran si somos buenos o no, dignos de entrar en tal país, tal edificio, tal departamento de estado, o no, y entonces nos juzgan y de ese juicio dependemos, aún si están equivocados los datos que nos han leído, para poder ser aceptados o no…

Y eso se va volviendo muy interesante, pues, ahora el juego de muchos está en poder crear lecturas equivocadas en dichos aparatos de los que dependemos, y poder pasar tramposamente, sin ser captados. El famoso juego de ladrones y policías moderno.

“Antiguamente se trataba de burlar a los guardias del palacio…ahora se trata de burlar el palacio de los guardias”, ese lugar donde los aparatos hacen todo o casi todo, y mandan información a tal velocidad, y a tantas partes, que de inmediato los datos capturados, o sea, nosotros hechos dígitos, símbolos, y signos, somos leídos por muchísimas máquinas alrededor del mundo.





Y no sólo pasa esto en los aereopuertos, no, hay colonias con receptores, calles con cámaras, y muchos lugares donde hemos ido dejando huellas de nosotros, documentos, firmas, fotos, y todo un legado donde podemos ser “leídos”. ¿Agradable no? Somos famosos, por lo menos no ignorados, desapercibidos, sino “alguien”… ¿Para quién? Para las máquinas, porque sólo que nos hagamos interesantes o sospechosos por un suceso, buscarán en los archivos y podrán saber de nosotros muchas cosas, apareceremos… sí, nosotros los que nos creíamos conocidos, estaremos sepultados en un cúmulo de archivos, peor y más intenso que la arena que nos cubra en la sepultura del cuerpo.


Entonces ¿No nos ha ayudado al “Buen Vivir”? No, porque ha sido creado todo eso, para detectar el “Mal vivir”. Y nuevamente nos topamos con que el buen vivir y su lectura, es algo tan personal, de interés y convencimiento tan propio, que a nadie que no seamos nosotros le interesa. ¿Usted vive bien, le interesa cuidarse, vivir y vivir bien? ¿Invierte usted tiempo en lograr vivir bien? ¿En poder leer la vida, leer la naturaleza, leer el día, leer al prójimo que escribe en su actuar y en su manifestarse, lo que nos quiere decir? ¿Y de esa lectura hace usted momentos fascinantes, que no puede dejar de leer, por lo entusiasmante que encuentra la vida? ¿Es para usted la novela más interesante?


Porque ahora el problema al que nos estamos acostumbrando es más bien, que nos fascina el “mal vivir”, lo que causa conmoción, lo que aterroriza, lo que no nos nutre, sino nos quita energía y vida, confianza, placer, y ganas de vivir bien…porque eso es lo que tenemos a diario, la presentación que nos hacen las máquinas, la lectura de la vida que nos presentan en máquinas, hiladas por alguien que se dice comunicador, pero, que en realidad sólo va hilando lo que captaron las máquinas, sin ninguna reflexión seria, profunda, o sea sin ninguna verdadera lectura de la vida, sino más bien presentación abrupta de una parte de la realidad captada.
Y nos vamos volviendo analfabetas de la vida, es más, nos va aterrorizando la vida, esa vida que vemos, que nos presentan, pero, que ni es toda la vida, ni tiene una lectura completa, sino que es arrojada sobre nosotros, y que entonces nos va haciendo daño, porque al no saber leer imágenes, ni mensajes, ni saber decodificar todo ese brutal archivo de datos que nos presentan, se nos atraganta, no podemos asimilarlo, nos hace daño, y se nos queda según la receptividad de cada quien, por mucho tiempo, sin que fluya.


De ahí, la necesidad de “vivir bien”, o sea, con poco, sin volvernos obesos psicológicos por tanta imagen sin digerir, tanta grasa en nuestras venas emocionales, tanta presentación sin poder leerla para asimilarla. Necesitamos hacer ejercicio de ver otras cosas, de no sentarnos ante las máquinas, de no ser receptores de máquinas, sino de personas, de buscar conversaciones profundas, diálogos. De reflexionar, que es como masticar para poder digerir y alimentarnos. De hacer lectura de nuestras realidades en comunidad, en familia, para encontrarles el significado, y vivir. De poder enfocar el pedacito de nuestra vida, en la vida total, y podernos situar así como humanos con una historia, formando una humanidad. De darle el significado que requieren los días, las personas, los acontecimientos, y poder así responder, hacernos responsables, dar respuesta a lo que nos provoca, llama, e interroga la vida.


Y hoy por hoy, es mi invitación amigos, a que vivamos bien, o sea, a que no nos volvamos obesos como los obesos físicos, que no pudieron escoger su alimento bueno, que comieron a gran velocidad, que se atragantaron por las prisas, sin poder digerir bien, y que formaron grasa en su cuerpo a base de no tener una cultura en el comer, ni una disciplina, ni oportunidades mejores.

Comieron alimento de máquinas, no de hogar…alimento comercial, no de casa. Tememos por la obesidad física, pero, la obesidad sicológica, emocional y espiritual es mayor, y hay millones en nuestro país, por lo que nos están sucediendo todas esas cosas terribles que hoy lamentamos. Porque igual nos pasa, que todo nos viene de máquinas, del comercio, de este capitalismo salvaje en el que estamos metidos, sin ninguna cultura de apagar aparatos, de platicar, de descifrar y saber leer la imagen, de masticar para nutrirnos.


Gracias amigos, y ojalá vuelvan a nosotros las ganas de vivir mejor, reflexionando sobre esto.


Con mi cariño: Juan Ignacio