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Hace algunos años hablar de liderazgo significaba mover masas, hablar bonito, convencer o vencer a los otros, tener un mejor discurso… el entrenamiento para los líderes consistía en una serie de herramientas para persuadir y lograr que los demás hicieran lo que el líder quería. Esto trajo consecuencias de todo tipo, si el líder era honesto y bien formado, lo que lograba era que los demás siguieran un camino aparentemente bueno, si era destructivo y violento, lograba una buena banda delincuentes, si era un político corrupto sus seguidores podían agarrar un hueso, si era un religioso fanático podía hasta lograr un suicidio colectivo para llegar juntos tras la cola del cometa al cielo.
Hoy cuando hablamos de liderazgo comenzamos hablando del interior, de la persona formada y consciente, de procesos de trabajo interno profundo y significativo que hacen que los demás quieran estar cerca del líder porque les transmite vida, energía, ganas de construir lo positivo, fuerza para que el mundo sea mejor, pero siempre partiendo del cambio interior, un líder siempre está en trabajo consigo mismo para hacerse consciente.
El líder convencido de lo que vive, de lo que hace y no sólo de lo que dice, atrae, es como un imán, logra que otros quieran seguir sus pasos por la vía de la libertad, no de la imposición. Y ahí tenemos un Gandhi, una Madre Teresa, personas que físicamente se veían insignificantes, que ni siquiera hacían grandes discursos, pero con un trabajo interior tan fuerte y profundo que no sólo tuvieron seguidores mientras sus cuerpos estaban vivos, sino que trascendieron para la eternidad.
Tú y yo somos líderes. Por naturaleza el ser humano está diseñado para influir, para trascender, para luchar por lo mejor, para ser agentes de cambio a su alrededor. Por tanto si estamos diseñados para ser líderes, más vale que nos entrenemos para hacerlo bien.
Yo soy padre de tres hijos y si no me educo y me preparo para ser un buen padre, seré un líder mediocre, no inspiraré, no lograré que mis hijos amen la vida. Trabajo con grupos de personas en capacitación y formación, pero si no me preparo y lo hago bien, seré un mediocre empleado que cuando se anuncie todos querrán ir a otro lado. Vivo con una pareja, pero si no soy buen líder, mi pareja preferirá estar en cualquier otro lado o con cualquier otra persona que conmigo. Tú, seas alumno o maestro, ingeniero o empleado, obrero o gerente, si no te preparas para ser el líder que en tu interior eres, darás la peor imagen de ti y nadie querrá que te le acerques.
¿Y cómo se entrena el liderazgo? Partimos de que el líder se apoya en la autoridad. No el la fuerza o el poder, sino en la autoridad que se gana. Y se gana a base de servicio, de entrega, de sacrificio por los demás; al servir a los otros, al trabajar con gusto mano a mano y corazón a corazón, al compartir tus conocimientos y experiencias con los que conviven contigo en la familia, el trabajo o la colonia, ahí te ganas la autoridad. Claro que no se puede servir si no es por amor. Me levanto a las cuatro de la mañana porque llora mi hijo, lo hago porque lo amo, le explico por quinta vez a mi compañero algo que no entiende del funcionamiento de una máquina, sólo por amor, me entrego a mi pareja sólo por amor, cedo en una discusión, sólo por amor, en conclusión sirvo por amor. Y el amor se apoya en la voluntad, ama el que decide amar; amar no es sentir por el otro, es hacer por el otro, el amor se convierte en acción y para eso se requiere de la voluntad y la disciplina.
Ahí tenemos el esquema del nuevo líder con autoridad, ganada por el servicio, realizado por amor que comienza con la voluntad y la disciplina, por tanto un líder se educa en la disciplina, pero no en esa disciplina de internado o de cuartel donde se tiene que hacer por miedo, sino en la disciplina que parte de la conciencia, por tanto me disciplino al comer porque sé que como para nutrirme y gozar, y no sólo para satisfacer deseos. Me disciplino en los horarios, porque descubro que el tiempo de los otros también es importante. Me disciplino en los hábitos, porque descubro la bondad de cada acción para que mi cuerpo, mi mente, mi corazón y mi espíritu estén listos para expresar mi ser. Me disciplino en mi trabajo porque descubro las bondades económicas, de realización y productivas del mismo. Me disciplino por convencimiento, por conciencia y no por la fuerza o por miedo al infierno.
El liderazgo tiene su proyección hacia el exterior, este líder que es profundo proyecta una visión convincente en los demás que viven o trabajan a su lado, por lo tanto también desarrolla habilidades sociales, de comunicación, herramientas para solucionar problemas, para intervenir positivamente en los conflictos, desarrolla constantemente estrategias y métodos nuevos y creativos para lograr metas y objetivos. Todo esto siempre desde la conciencia, por eso el verdadero líder no pierde el piso, no se marea cuando se sube a un ladrillo y nunca se cree más que los demás sino su servidor.
Ya que estamos llamados a ser líderes, te invito a que nos entrenemos bien, constantemente, cada día y nuestra sensación cada noche al llegar a nuestra cama será de placer por haber colaborado con un mundo mejor.
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Con mi cariño.
José Luis
Gracias por seguir en contacto:
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joseluis@dordesa.com
primera vez que visito su pagina, muy buena.
ResponderEliminarFrancisco Herrera
Johnson Matthey de México