martes, 1 de junio de 2010

Ser mamás en el juego de la vida

Hoy, envueltos en la atmósfera del fútbol mundial, vale la pena que reflexionemos sobre una gran metáfora de la vida de nuestras familias: ¿Qué puesto jugamos en el campo o qué jugaremos si ya nadie quiere ser portero, y sólo hay delanteros que quieren ser vistos, y aplaudidos? ¿Creeremos en serio que sólo se trata de buscar meter goles, y no defender la propia portería? ¿Acaso hoy no se preparan los jugadores en varios puestos, para suplir en caso necesario?


Todos hoy sabemos, que si un equipo gana, no se debe sólo a sus delanteros, sino a todo el equipo, porque cada uno cumple una función muy importante, aunque a la hora de los aplausos y premios, aparezcan más los delanteros estrella, haciendo poco caso no sólo de los demás jugadores, sino del entrenador, técnicos y acompañantes, individualizándose, un juego que es eminentemente de equipo. ¡Aunque cuando se pierde, es otra cosa y se reparten culpas!


En nuestra vida diaria hay algunas frases y apotegmas que nos hablan de esto, y que hacen ver que siempre ha existido esta especie de injusticia, aunque, se reconozcan tardíamente los valores, esfuerzos y logros, de gente que está atrás de bambalinas, pero, que gracias a ella, se logran las cosas. Por ejemplo aquello de: ¡Detrás de un gran hombre, hay una gran mujer! ¡Los papás forjan, las mamás educan! ¡Podrá haber pan en la casa, pero, no hogar sin mujer! Etc.


Y esto es una verdad cuando vemos que incluso en las empresas, junto al dueño, o al gerente general, hay un subgerente, o un subdirector o una secretaria, o un personal, que calladamente, sin aparecer, hace las cosas y el trabajo pesado, del que puede levantarse el cuello el jefe, y ese subalterno, no visto ni reconocido, es el que lleva a cabo el funcionamiento de la empresa. Y esto pasa hasta en las órdenes religiosas, donde muchas veces el fundador es el conocido, el santo, pero, el subdirector o el segundo de abordo, que nunca apareció, es el que en realidad hizo todo para que hubiera continuidad y afianzamiento de ese grupo. Y ¿Qué nos pasaría en los ejércitos si todos quisieran ser generales, y no hubiera soldados? ¿Qué nos está pasando en las familias donde todos queremos estar fuera, trabajar, lucirnos, tener nuestro dinero, no depender, y que nos aplaudan en la empresa, aunque nos metan gol en nuestra casa?


En un grupo de fútbol, todos son importantes, porque el que parece menos, sin él, se puede perder el partido, veámoslo cuando por faltas tienen que sacar a un jugador dejando incompleto el cuadro. Todos los puestos son importantes, aunque tal vez no tan lucidores como otros, pero, son necesarios. ¿Qué pasa si hay buenos delanteros, pero, no hay portero? ¿Qué está pasando en nuestras familias, si no hay quien pare los goles que nos tira una sociedad del consumo, adictiva, sin valores, con fuertes problemas de inseguridad, y sin alguien que marque la disciplina?


¡Tenemos años, en este juego de nuestras familias! Ciertamente no teníamos muy buenos delanteros, no había tanta especialización como ahora, pero, se jugaba bien, y lo más importante, lo que nos hacía competitivos, es que había portero: “Y colocaba su vaya en los penaltis, y gritaba alertando a los jugadores, y veía las jugadas desde su portería, y daba indicaciones. Difícilmente nos metían goles”. Y ahí tenemos a infinidad de jugadores salidos de equipos donde la mamá portero fue la que formaba, exigía, comprometía, y nos amaba. Muchas familias no completas, pero, sí funcionales. ¡Poco dinero había, pero, existía vigilancia, exigencia, comunicación y encuentro, eso que se resumía en amor, y que ahora hemos tergiversado tanto!


Hoy no tenemos porteros, hoy todos quieren ser delanteros, hoy nos estamos quedando sin nadie abajo que asegure las jugadas, grite, llame, exija…y resentimos ya las goleadas: ¡Cuántos miles de jóvenes drogadictos, el alcoholismo femenino galopante, la baja calidad educativa, los medios de comunicación, internet y correo electrónico, sin mayor vigilancia! Pero, eso sí, los dos papás en la delantera, exitosos, aplaudidos, reconocidos, con amigas y amigos que exigen tiempo, y con anhelos de más, aunque se descuide la presencia, la asistencia, y la cercanía con los hijos.


Sí, no se trata de machismos, del sometimiento de la mujer, de injusticias, sino de inteligencias que se unen para poder organizarse y lograr todo. De cambiar en algunos momentos los rolles, para reforzar las necesidades del otro, de tener tiempos para los dos, de comunicarse para que los tiros libres no sean tan perjudiciales en nuestros hijos. Y de no tenerle miedo a ese roll, a ese puesto, que aunque parece poco reconocido, es de mayor importancia. Hoy, en la competencia mundial de las familias, requerimos y exigimos, como en el fútbol, cuadros completos, jugadores que se casen para hacer equipo, que se casen sabiendo que hay rolles, que uno es papá y el otro es mamá, hombre y mujer que se apoyan, los dos metidos en las labores de casa, que tener hijos es comprometerse con ellos, y que hay que dejar mucho del ego y el aplauso, de las reuniones de cuates y saliditas sin necesidad, para meterse a la realidad que exigen nuestras familias mexicanas hoy, donde estamos perdiendo en muchos campos ya, y por muchos goles. ¿No le parece a usted?


Con mucho cariño.

Juan Ignacio.

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