martes, 10 de agosto de 2010

¿Eres lo que recuerdas?

Amigos lectores:

Últimamente hemos venido escuchando algunas frases que quieren de alguna manera definirnos, y que tratan de ser una síntesis de cada una de las partes que nos constituyen, de lo que tienen o requieren:
  • ¡Eres lo que comes! (Refiriéndose a nuestra parte corpórea, su nutrición, y por tanto la disciplina necesaria, los buenos hábitos al respecto, etc.)
  • ¡Eres lo que piensas! (Refiriéndose a nuestra parte mental, dado que de ahí se originan los sentimientos, y pasan a las acciones.)
  • ¡Eres lo que recuerdas! (Refiriéndose a nuestra parte emocional, la vida que hemos vivido, y en qué la hemos gastado o desgastado, nuestra historia.)
  • ¡Eres lo que respiras! (Refiriéndose a nuestra parte Espiritual, nuestra esencia, lo que nos mantiene en vida, y la importancia de saber hacerlo.)
Podríamos hablar mucho de cada una de estas afirmaciones. Hoy sin embargo quiero referirme sólo a la tercera afirmación, por su importancia y por las fechas del centenario y bicentenario que se aproximan, y que nos llevan al despertar de esta parte que nos integra.

Y cuando la frase popular nos dice que “La Historia es la maestra de la vida”, pone en el justo medio, lo que el recuerdo en nosotros pretende, porque no se trata de quedarnos dormidos en su lecho, sino de aprender de esa historia, de tener ese recuerdo para no cometer nuevamente los errores que nos han llevado a la situación actual, sino de por un lado asumir nuestro poder de hacer y vivir, alimentar nuestra autoestima y autoafirmación, y por otro, el aprender de ese pasado, y alentar los proyectos actuales que forman nuestro presente y futuro.

¿Y qué pasa con el que no ha vivido, o con el que niega su historia y su pasado, y hasta su imagen tiene que cambiarla para no ser reconocido, como ha sucedido con criminales nazis, y con actuales malosos metidos en fraudes, o en negocios sucios sea de droga, sea de crimen, sea de mal para la sociedad? Una historia que se vuelve acusadora, antes de su final, y que por esto mismo podría ser un llamado al cambio posible aún, y al arrepentimiento de una vida sin sentido.

Pablo Neruda pudo escribir sus memorias titulándolas: “Confieso que he vivido”. Hermoso título de quien ha gastado y desgastado su vida, porque para eso nos fue dada, y que sin ocultar los errores y extravíos humanos, saca a la luz el esfuerzo, la valentía, y la lucha por no deshumanizarse sino de lograr un crecimiento personal y social, y de dejar un aporte aunque sea pequeño al grupo humano del que forma parte.

Y existen también personas con esta forma de demencia o afección cerebral progresiva y degenerativa que afecta la memoria, el pensamiento y la conducta, llamada Alzheimer, y que altera el lenguaje o la toma de decisiones, el juicio, la atención u otras áreas de la función mental y de la personalidad. ¡Esto sabemos que es una enfermedad y que hay una lucha mundial para tratarla!

Pero, nos preguntamos si no hay también esta afección a nivel social, pueblos a los que se les ha alterado su historia, o se les ha narrado mentirosa o engañosamente, por decisión de grupos, partidos, por conveniencias de los vencedores, o por quien quiere lucirse en su momento de poder, con un grave deterioro para la conciencia social, para su memoria histórica, y por tanto para su actuar presente, condenándolo en sus decisiones, juicios, atención, y personalidad social, a repetir y a dudar.

Y nuestro México parece un país proclive a esa afección: ¿Qué hay de nuestros héroes y nuestra historia contada, si últimamente los investigadores han encontrado verdades ocultas, negadas, o contradictorias a lo sabido?

¿Qué se pretende si incluso últimamente a nivel nacional, se han querido negar crímenes políticos, distorsionar verdades de casos como Paulette, la Paca, e inventar ridículos como el “CHupacabras”, silenciar secuestros y desapariciones, crímenes nunca aclarados como los de Acteal, inventar Fobaproas para ocultar graves desfalcos y contubernios nacionales, y promover grupos armados por partidos políticos, y todo esto apostando a la poca memoria de nuestro pueblo, a su poca atención, y escasa toma de decisiones?

¡Es hora de exigir y entrenar “nuestra memoria histórica”! Si al menos eso sacáramos del centenario y bicentenario, la verdadera historia de nuestro País, y las ganas de vivir en la verdad, para ser verdaderamente libres, será un logro grandioso, profundo, que nos devolverá la posibilidad de engrandecernos, de confiar en nosotros mismos, y de vivir de una manera mejor. Nuestros pueblos precolombinos, estuvieron llenos de grandes astrónomos, poetas, matemáticos, científicos en muchos campos, grandes hombres y mujeres que nos llenan de orgullo y que no debemos nunca olvidar. Y en nuestro mestizaje y crecimiento nacional seguimos teniendo mujeres y hombres de una altura mundial, que debemos recordar y reconocer para ejemplo de todos. Y en nuestras épocas modernas igualmente, más allá de lo negativo, y de la noticia amarillenta y atractiva que nos presentan a diario, hay cosas maravillosas que debemos saber, para alentar nuestras vidas, para querer también contribuir y para tener memoria histórica, esa que tanta falta nos hace.

Hoy y desde aquí amigos lectores, luchemos por la “buena memoria” en nuestro País, por saber la verdad, y caminar en la verdad, y por exigir que nos traten como adultos, capaces de comprender, de juzgar, de aprender del pasado, de vivir el presente, y de lanzarnos con fuerza a un futuro mejor, más humano, y responsable, donde no haya el engaño, lo mordaz, y el tratar de hacernos olvidar todo, para que logren perpetrarse los grupos de poder.

Con cariño

Juan Ignacio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario