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¡Qué triste ver un Invierno, que se prolonga, cuando debiera ser ya Primavera!
¡Qué triste ver crecer la Tecnología, sin su complemento necesario, el Humanismo!
¡Qué triste ver las fuentes secas, los causes sin arroyos, y los volcanes sin glaciares!
¡Qué triste mirar personas que no gozan del supremo bien de la belleza: Vida, Bondad, Serenidad, y Pasión!
Hoy, sabemos, y desde Carl Jung, con la fuerza de la ciencia, que no sólo existe, sino que si se seca, empieza a secarse toda esa ramificación a la que llamamos en nosotros, “vida”.
Ya decía Federico García Lorca desde 1934: “Bien está que todos los hombres coman, pero, que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del Espíritu Humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social”.
Y preguntémonos, los que leemos este artículo, si vemos algo parecido ya entre nosotros. Ahora, claro está les llamamos “trabajólicos”, algo más eufemístico, en esta terrible organización social capitalista salvaje, que dicta leyes y políticas implacables sobre la belleza, sobre las clases sociales, sobre el estilo de vida, y sobre la economía. Y tiene los látigos de las masas, que te marginan si no vistes de tal manera, si no calzas así, si no pesas tantos kilos, si no usas tal moda, si no vas a tales antros, si no tienes amigos equis, si no consigues el carro o los aparatos tales, y quedas entonces resecándote en las rocas del olvido, la segregación, y la competencia.
Pero, ¿Cómo se alimenta el Espíritu? Con todo lo que es Bueno, Verdadero, y Bello. Por tanto, y sobre todo, con lo simple: La conciencia del aire que respiramos gratis, una puesta de sol, una hermosa conversación, platicar con los niños, esa música que arroba, una valiosa película, el teatro, la contemplación, los encuentros con las amistades y la familia, el servicio desinteresado al prójimo, la entrega alegre al trabajo que realizamos, la pasión por algo que nos desarrolla, y sobre todo la lectura.
Dicen del Padre de la revolución rusa, Fedor Dostoyevsky, que estando prisionero en Siberia, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita, pedía socorro en carta a su lejana familia diciéndoles: ¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera! Y García Lorca explicaba, pedía libros, es decir horizontes, es decir escaleras para subir la cumbre del Espíritu y del corazón.
Necesitamos Cultura, cultivar los valores que nos dan vida, que nos alimentan, que hacen florecer en nosotros la Primavera del Espíritu, liberándonos de la esclavitud social, y haciéndonos más ligeros y alegres en la vida. Así tendremos una sociedad viva, y no una sociedad de muertos por la lucha del Tener, y hambrientos en el Ser.
¡Feliz Primavera amigos, la de la estación que ya llega, y la de nuestro interior que nos reclama!.
¡Qué triste ver crecer la Tecnología, sin su complemento necesario, el Humanismo!
¡Qué triste ver las fuentes secas, los causes sin arroyos, y los volcanes sin glaciares!
¡Qué triste mirar personas que no gozan del supremo bien de la belleza: Vida, Bondad, Serenidad, y Pasión!
¡Qué triste escuchar pueblos que luchan por reivindicaciones económicas, y nunca por sus reivindicaciones culturales!
Y es triste por lo que se nos va secando por dentro y por fuera, la vida misma, la de la piel y la profunda, la del alma, aquella que marginamos mucho tiempo porque pensábamos que no sólo no debía existir, sino que nos humillaba su existencia.
Hoy, sabemos, y desde Carl Jung, con la fuerza de la ciencia, que no sólo existe, sino que si se seca, empieza a secarse toda esa ramificación a la que llamamos en nosotros, “vida”.
Ya decía Federico García Lorca desde 1934: “Bien está que todos los hombres coman, pero, que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del Espíritu Humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social”.
Y preguntémonos, los que leemos este artículo, si vemos algo parecido ya entre nosotros. Ahora, claro está les llamamos “trabajólicos”, algo más eufemístico, en esta terrible organización social capitalista salvaje, que dicta leyes y políticas implacables sobre la belleza, sobre las clases sociales, sobre el estilo de vida, y sobre la economía. Y tiene los látigos de las masas, que te marginan si no vistes de tal manera, si no calzas así, si no pesas tantos kilos, si no usas tal moda, si no vas a tales antros, si no tienes amigos equis, si no consigues el carro o los aparatos tales, y quedas entonces resecándote en las rocas del olvido, la segregación, y la competencia.
Pero, ¿Cómo se alimenta el Espíritu? Con todo lo que es Bueno, Verdadero, y Bello. Por tanto, y sobre todo, con lo simple: La conciencia del aire que respiramos gratis, una puesta de sol, una hermosa conversación, platicar con los niños, esa música que arroba, una valiosa película, el teatro, la contemplación, los encuentros con las amistades y la familia, el servicio desinteresado al prójimo, la entrega alegre al trabajo que realizamos, la pasión por algo que nos desarrolla, y sobre todo la lectura.
Dicen del Padre de la revolución rusa, Fedor Dostoyevsky, que estando prisionero en Siberia, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita, pedía socorro en carta a su lejana familia diciéndoles: ¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera! Y García Lorca explicaba, pedía libros, es decir horizontes, es decir escaleras para subir la cumbre del Espíritu y del corazón.
Llega la Primavera, y nos tiene que hacer pensar en nuestro florecimiento interior, en si estamos vivos o somos ya una máquina al servicio de la empresa, del Estado. Si florecemos porque hemos cuidado nuestro Espíritu, o estamos secándonos, y nos durará el invierno.
¡Cuidado, la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida! Y podemos estar rodeados de gentes agónicas, resecándose por el rencor, la frustración, la neurosis, dado que una vida que sigue las exigencias sociales, pero, no cuida su espíritu, nunca está satisfecha, nada le alcanza, siempre quiere más, la novedad, lo último, para que el ego lo presuma, y sea visto. Tiene pavor al “qué dirán”, le teme al hambre del cuerpo, pero, no al invierno interno.
Necesitamos Cultura, cultivar los valores que nos dan vida, que nos alimentan, que hacen florecer en nosotros la Primavera del Espíritu, liberándonos de la esclavitud social, y haciéndonos más ligeros y alegres en la vida. Así tendremos una sociedad viva, y no una sociedad de muertos por la lucha del Tener, y hambrientos en el Ser.
¡Feliz Primavera amigos, la de la estación que ya llega, y la de nuestro interior que nos reclama!.
CON MI CARIÑO: JUAN IGNACIO.
Excelente artículo!!! GRACIAS por compartir estos hermosos pensamientos y vivencias tan humanas y profundas, expresadas con un sencillo lenguaje. Recordamos con cariño y siempre extrañaremos LIMON PARTIDO que nos brindaba este bonito tipo de artículos y otros muchos más!!!! FELIZ 'INTEGRAL' PRIMAVERA EN SUS VIDAS DIARIAS!!!
ResponderEliminarAl paso del tiempo, cuando los años pasan, nuestras expectativas cambian, la gente que queremos ya no está y los hijos crecen, nos volvemos más reflexivos y comenzamos a extrañar y a añorar las cosas que nos hacía sentir felices, los lugares en que estábamos seguros y las conversaciones con los padres y abuelos que en su momento quizá no hicieron mucha gracia, pero que dejaron huella y formaron nuestra personalidad.
ResponderEliminarHoy, creo que puedo entender las razones de las decisiones de mis padres; a veces, nuestros hijos ni siquiera intentan entender las nuestras, sin embargo, no me daré por vencida.
Gracias por el artículo.