Amigos lectores:
Curioseando por los libros allá
donde hay un patio de letras, bien llamadas librerías, llenas de tomos y tomos,
me encontré con uno nuevo, que se asomaba indiscreto, quizás por ser inexperto,
de esos recién llegados, que aún no los acomodan, apretados con los otros. Su
título me llamó la atención: “Prohibido quejarse”, de Salvo Noé, sicólogo
italiano, que lo vende con un cartel incluido, repitiendo la misma frase de “prohibido
quejarse”. Y continúa: Haz algo para mejorar tu vida y la de los demás, puesto
que las quejas como las mecedoras, te entretienen, pero, no te mejoran. Proponiendo quitar así un clima de
negatividad, para mejorar la autoestima, el entusiasmo, la motivación,
volviendo a poner la confianza, responsabilidad y competencia en el centro de
nuestras vidas, sin jugar ya más a la víctima, al salvador o al perseguidor.
Y si en esa sociedad donde
aparece el libro, lo sienten necesario, cuánto más en la nuestra y en este
clima electoral que vivimos, donde no sólo hay quejas por todos lados, sino
vituperios, y descalificaciones queriendo manipular el conocimiento y voluntad
de los electores.
¿Qué pasaría en realidad si no
nos quejáramos, si estuviera prohibido quejarse, si por cada queja nos
multaran? Sería fabuloso, ¿No cree usted? Porque se empezaría una nueva
cultura, un cultivo en la mente de los ciudadanos, hacia lo positivo, hacia el
agradecimiento, y hacia el reconocimiento motivador de lo bueno, de las
conductas ciudadanas que arrastran porque no se pierden en palabrería, sino que
calladamente actúan.
¿Qué pasaría si en las
instituciones, en lugar de reclamos les llegaran felicitaciones? Caray, sería
increíble, porque todo el personal de dicha institución, se sentiría
reconocido, aplaudido, y eso los motivaría a servir de mejor manera.
¿Qué pasaría en las colonias
donde en lugar de quejas, se escucharan alabanzas por el buen vivir en esa
zona? Las personas que ahí viven, orgullosas cooperarían a que fuera mejor cada
vez la calidad de vida, el trato con los vecinos, el no tirar la basura, el
saludar al que pasa, y en fin, a cuidar entre todos la vida buena que ahí se
logra.
¿Y si en las casas, en las
familias, en lugar de quejas se escucharan frases positivas de “qué bien lo
hiciste”, “qué bueno que lo lograste”, “te quedó maravilloso”, “esto está de
presumir”, y así una serie de frases motivadoras? Desde luego que se crearía
otro clima existencial, de desarrollo y crecimiento.
¿Qué pasaría si en su empresa,
chiquita o grande, ahí donde usted labora, no se escucharan quejas, sino
palabras de compañerismo, de apoyo, de entusiasmo por lo logrado, de atención
para realizarlo mejor, de reconocimiento al esfuerzo hecho, de propuestas
creativas, y de acompañamiento laboral que da confianza?
¿Qué pasaría si usted se lo
propone, y en lugar de quejarse, habla bien de su hogar, de su trabajo, de las
instituciones, de nuestra patria? Y por veinte días lo hace, educándose así, a
ver lo bueno de todo el entorno que lo rodea, de la sociedad, y entonces usted
coopera entusiasmando, agradeciendo, felicitando, reconociendo, admirando,
sorprendiéndose, alegrándose? Desde luego que su salud mejoraría, y haría usted
más sano su ambiente donde se mueve, porque sus palabras ya no serían tóxicas
sino nutritivas para los demás, y eso sería maravilloso, no cree usted?
Es un buen momento para hacerlo,
tomémosle la palabra a este autor, y propongámonos que de ahora en adelante al
menos en nosotros “esté prohibido quejarse”. ¿Le parece?.
Con mi cariño: JUAN IGNACIO
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