lunes, 13 de septiembre de 2010

La educación vuelve a la familia

Queridos amigos y lectores de nuestra página. Un saludo cordial en estos tiempos de revisión, encuentro, queja, vituperación, esperanza o aplauso a nuestra mexicanidad y su proceso por los años. ¡Todo es tan subjetivo! ¡Todo es tan aparentemente democrático! ¡Todo parece tan libre! ¡Y todos tan lejanos de un consenso, trabajo, gusto y responsabilidad nacional!

Yo quiero, sin embargo, retomar un tema que acaba de hablarse en los medios ahora, cuando a nivel internacional se han comparado los medidores y estándares que se usan para todos los países en este campo de la educación, en búsqueda de las razones del porqué un País como el nuestro, que invierte tanto dinero en educación, se encuentra en niveles tan bajos, e insatisfactorios.

Y la respuesta no se ha dejado esperar: Somos un País que ha soltado la educación y la ha dejado como tarea del estado, en manos de nuestros políticos que cada año le cambian nombres, la barnizan, y la enarbolan como trofeo partidista. En manos de los que creemos que saben, mirándola sólo de lejos, sin intervenir mayormente, sin inmiscuirnos como responsables directos, yendo sólo y no como familia completa, a aplaudir en los festivales y presentaciones de fiestecitas y fin de año, pero, sin interesarnos verdaderamente en el proceso Educativo.




Y esto nos ha llevado a grandes abusos, a la baja en la exigencia disciplinar, en el estancamiento pedagógico de los docentes, en el desconocimiento de aquellos que pretenden educar a nuestros hijos, en una gran separación de la escuela y la familia, en exigir todo gratis, y defendernos cuando pensamos que se exigió de más al hijo, pero, no en unirnos, interesarnos, participar, conocer, apoyar, y lograr una calidad educativa que dé los resultados apetecidos.

Perdimos en un momento la brújula de la educación, y ante el embate de los tiempos modernos, pensamos que bastaba con “capacitar” y no “formar”, con que los hijos tomaran muchos curso y talleres, materias complementarias por la tarde, llenarlos de ocupaciones en sus tiempos libres, y que eso era darles educación de calidad, sin darnos cuenta que lo esencial, el saborear el conocimiento, el sentirlo, el encontrarle el gusto a la lectura y la investigación, el encuentro con la familia para platicar y profundizar lo aprendido, el hablar no sólo de la mente, sino del corazón, del espíritu, de lo que somos como humanos en totalidad, el aplicar los conocimientos de manera que se volvieran instrumentos para un servicio dentro o fuera de la familia, lo abandonamos…y hoy tocamos con mano el gran deterioro que hemos sufrido con nuestras nuevas generaciones.

Es muy fuerte el atractivo económico en una sociedad de capitalismo salvaje que obtiene lo que quiere y por los medios que sean, y muy débil el modelaje de entrega y servicio, de respeto, de entusiasmo por descubrir y crear, del ser constantes para lograr, de no tenerle miedo al esfuerzo y a la disciplina para llegar a metas y logros que nos retan y que nos hacen superarnos. Lo fácil, lo incongruente, lo pirata, lo copiado, lo robado, lo corrupto, parece más aplaudido que lo contrario, incluso en nuestros medios masivos de entretenimiento.

Pero, no tenemos que aflojar el paso, tenemos al contrario, que unirnos más la familia y la escuela para llevar a cabo juntos, la educación. Hoy ante esta respuesta más científica a nuestra queja y asombro por lo que nos acontece, debemos de dejar de “tirarle piedras a la botella en la barda”, como deporte nacional, al que ya debemos renunciar. No es culpa ni de Doña Esther, ni de los presidentes en turno, ni de nuestra mala suerte lo que nos pasa…somos nosotros, que al ceder algo tan importante como es la educación de nuestros hijos, en manos de los “salvadores de nuestro destino”, lo hemos provocado.

No estamos solos ni perdidos ante lo que nos pasa. Tenemos que darnos cuenta y empezar de nuevo, la educación es más cuestión de la familia, que de las instituciones. Más nuestra que del estado. Más de amor y de asumir, que de relegar. Más de presencia que de sustitución. ¡Hagamos la educación!

¡Así pues, un augurio de crecimiento para todos en estos tiempos de conciencia nacional!

Juan Ignacio

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