jueves, 5 de mayo de 2011

La herencia que recibimos de nuestros padres (primera parte)

Ultimamente me he encontrado con personas, sobre todo jóvenes, pero también algunos adultos que sienten que la vida les “ha quedado a deber”. Dicho de otra manera que ellos son merecedores de mejores herencias que las que han recibido, sea en lo material, porque no tienen lo que desean, o en otras áreas de su vida, por ejemplo porque el cuerpo que tienen no les gusta, o su personalidad creen debérsela a la historia por la que “otros” les han hecho pasar.

Es por esto que me he decidido a compartir unas reflexiones iluminadas por un cuento que llegó a mis manos, titulado “¿Dónde están las monedas?” la idea es que dediquemos unos minutos a valorar lo que hemos recibido desde la herencia genética hasta las costumbres y hábitos, y nos decidamos a hacernos responsables de ello para construir el legado que dejaremos a los que nos siguen.

MIS ORÍGENES Y MI HISTORIA PERSONAL

Recibir una herencia, generalmente es agradable. Pensar en ello a algunas personas les da esperanza. Quienes han recibido una herencia pueden dar cuentas de esto y, como todo en la vida humana, se dan los casos de los agradecidos por lo que reciben, los resentidos porque no recibieron lo que esperaban, los que cargan con la culpa por ser preferidos de sus padres y odiados por sus hermanos, los que renuncian a la herencia y a la relación…, en fin que existe un abanico de posibilidades en la respuesta personal, que de forma simplista podemos dividir en dos los grupos: los agradecidos y los resentidos.

La herencia espiritual, los dones que recibimos y que tienen que ver con otras cosas que no son el dinero, como son los rasgos físicos, dependientes de la genética, la personalidad con su componente temperamental y ambiental, etc. Es un asunto que si bien tenemos que reconocer que recibimos, no es tan obvio de quién lo recibimos y qué depende de los otros y de nosotros mismos.

El asunto es que tenemos en este instante una historia, una serie de relaciones, un montón de experiencias, que nos hacen sabios o fanáticos, entusiastas o amargados; y poseemos también los personales motivos para vivir, fruto de alguna manera de esta misma herencia que hemos ido acumulando en nuestro corto existir.

Es ahora el momento preciso de analizar cómo recibimos esta herencia, con qué actitud, qué pensamos hacer con ella, cómo podemos descubrirla por completo para aceptarla en su totalidad y de esta forma, integrarla a nuestro caminar diario para que sea un gran recurso para nuestra existencia.

Cuestionamiento:

1. ¿Qué recibí de mis padres a nivel físico, rasgos de personalidad y genética?
2.
¿Cómo fue el ambiente de mi infancia y qué aportó a mi estilo de vivir?
3.
¿Qué he recibido de mis familiares, hermanos, primos, amigos, etc.?
4.
¿Quiénes son en este momento las personas más cercanas a mí y qué me han aportado?
5.
¿Qué decido hacer con esta herencia que he recibido y que es lo que ahora tengo para hacerla fructificar de manera constructiva, creativa y significante?

Espero que la presente reflexión te lleve a sacar conclusiones personales, valorando lo que tienes y agradeciendo lo que tus antepasados, principalmente tus padres, te heredaron, agradable o desagradable, pero que con seguridad es lo mejor que supieron dar.

El segundo objetivo de esta reflexión es que la responsabilidad por esta herencia, es personal, tú y yo decidimos en cada momento qué hacer, qué decir, cómo actuar. Y si bien es cierto que nuestra historia personal nos condiciona, nunca podemos afirmar que es determinante, más bien depende de nuestra habilidad para vivir con creatividad y lograr el objetivo final que todos buscamos: SER FELICES.

Espero tus comentarios.

Con mi cariño de siempre.

joseluis@dordesa.com

www.dordesa.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario