En estos días he tenido la
oportunidad de trabajar facilitando talleres con maestros de diversas
instituciones, unas laicas y otras religiosas, desde profesores de preescolar,
hasta de Universidad, en diversos puntos de la República Mexicana; y he
descubierto un hilo conductor en todos los participantes: LAS GANAS DE SER LOS
MAESTROS QUE NECESITAN LOS NIÑOS Y JÓVENES DE HOY.
Como padre, psicólogo y
educador, me pregunto constantemente ¿Qué necesitan mis hijos, mis alumnos, mis
pacientes? ¿Qué necesitan de mí? ¿Estoy capacitado para brindarles lo que ellos
necesitan? Y me voy dando cuenta de que, con mucha frecuencia, caigo en la
tentación de centrarme en hacer lo que pienso que será bueno para ellos, sin
darme cuenta de que si soy coherente viviendo con plenitud mi propia
existencia, el testimonio de mi propia vida será el mejor regalo que puedo
ofrecerles. No es que no tenga que pensar en los que me rodean, sino que el
foco de atención de mi existencia tiene que estar en mí mismo, en mi desarrollo
personal, en la coherencia entre lo que hago y lo que pienso y siento que es lo
adecuado. Cuando soy yo mismo, es cuando mejor proyecto sobre los demás lo que
ellos necesitan.
Don Bosco decía: “Nosotros
hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”. La alegría es un
estado que brota de la decisión de ser quien eres y de hacer lo que estás
haciendo. Si en este momento estás estudiando o trabajando, descansando o
jugando, contemplando la salida del sol o subiendo una montaña, lo que hace que
brote la alegría de tu interior no es lo que haces en sí, sino tu presencia en
ello, tu estar aquí y ahora. Es curioso pero a los grandes líderes y santos
parece que les importaba más, estar presentes en los pequeños momentos, que
construir las grandes obras, sin embargo las grandes obras fueron hechas por
estas pequeñas personas.
Pienso en La Madre Teresa, esa
diminuta mujer que su acción consistía en curar heridas de los más pobres entre
los pobres; o en Francisco de Asís que deja todo para vivir entre la naturaleza
y lo sencillo; Gandhi, quien abandona su traje inglés y su prestigio de
abogado, para vestir sencillamente con lo que él puede elaborar con sus propias
manos. Ejemplos de líderes que trascienden viviendo de forma alegre su
sencillez y que por vivir así, con tanta coherencia, han logrado tener
seguidores que muchos años después de su existencia física, continúan con la
obra que ellos comenzaron. El verdadero líder, el santo, no necesita de lo
majestuoso, no precisa de atraer los reflectores continuamente sobre él, porque
brilla con luz propia. Es así como podemos trazar nuestro camino, es la manera
de trascender en nuestros hijos, alumnos, pacientes, empleados o compañeros de
ruta; siendo nosotros mismos, trabajando más nuestro interior que las formas
que lo adornan. Es de ahí, de esa fuerza interior de donde brota la verdadera
alegría, la que nos hace degustar felicidad.
Volviendo al inicio de este
artículo, este trabajo con profesores de diversas instituciones, me llevó a
descubrir una realidad: “Cualquier educador que decida estar en contacto con su
interior y visualice cada día lo que puede dar a sus alumnos, más allá de
destilar contenidos académicos, será feliz, se sentirá realizado y logrará
cambios en sus alumnos”. No me resultó tan importante que el educador fuera
salesiano, franciscano, marista, laico o logoterapeuta, sino que fuera
auténtico y creativo.
Hoy mi llamado y mi reflexión
van en este sentido de profundidad y búsqueda de alternativas para ser
coherentes e innovadores ¿Irá por ahí la santidad en esta época? Lo dejo a tu
reflexión y me encantaría leer tus comentarios.
Con mi cariño de siempre
José Luis
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