Y cuando hablo de un “cupido moderno” no me refiero sólo a un cupido
electrónico, o que use todo el marketing posible, para apantallar, para
idealizar y vender, porque entonces no estaría yo hablando de lo
moderno, sino sólo de lo contemporáneo, de algo que puede ser y
desaparecer, porque es del momento, sin probar que deja huella y que
forjará historia.
Cupido, el flechador, el que une corazones, el símbolo tan usado para
caracterizar el mes de Febrero, y tan pervertido por la
comercialización actual donde el vender es la meta, porque el tener es
lo que cuenta, ha empañado ya tanto su verdadero sentido, que se ha
vuelto antiguo, como tan antiguo es el engaño, y la mentira.
El
Cupido moderno, como todo lo moderno, busca más significados que
formas, más esencias y menos comparsas, más ahorro en todo porque somos
muchos, y con más inteligencia para lograr mejores resultados. Y sin
embargo, como una buena paradoja de la vida, porque la vida es eso, un
conjunto irremediable de paradojas, todavía volvemos a lo antiguo,
porque aparentemente reditúa más, y nos enceguecemos todos, como
Saramago diría, en su ensayo sobre la ceguera.
¿Qué busco
en el otro o en la otra? Hemos perdido el sentido de la “otredad” como
misterio, para convertirlo más fácilmente en un objeto de mercado. Me
gustas y trato de comprarte, aunque no te conozca. ¿Para qué sirve
conocerte si me vas a engañar siempre? Eso parecen decirse muchos
jóvenes que van desde la primera noche a satisfacerse, sin entregarse,
pero, perdiendo ambos, porque en esa media entrega se deshilachan
mutuamente.
La amistad es un borde bueno, un fuerte
acantilado, desde donde se pueden medir las olas y atemperar su fragor
pasional. La buena amistad es un arrecife que aminora los tsunamis
emocionales. Una amistad honesta es una gran fraternidad contra el
aislamiento diario. Pero, como una amistad toma su tiempo, preferimos no
dimensionarla, nos come la prisa, la emoción de lo inmediato,
preferimos el mar abierto, aunque sus olas nos devoren. Hay tiburones
llamados enfermedades, depresiones, desilusiones que rompen hasta las
articulaciones del alma, pero, los preferimos hasta que vemos flotar los
restos sobre el agua. ¡Y no aprendemos!
El cupido
moderno, busca también en el amor, un desarrollo sustentable. Sabe,
después de tantas tragedias, que hay que construir despacio y fuerte,
que los amores a primera vista por lo general se desvanecen. Y le
apuesta más a lo que es el otro, que a lo que tiene el otro, sea lo que
sea, porque en lo contemporáneo sabemos cómo se puede engatusar, incluso
hasta al más avezado. Que hay que construir con el otro, no caer sobre
el otro, y menos después de una noche de farra, donde ya difícilmente se
levanta uno inmune.
El cupido moderno quiere gozar
largamente, porque sabe lo que cuesta la vida. Y como la ama, pretende
saborearla toda, en lo difícil, en lo sublime, en lo doloroso, en lo
gozoso, por eso se fija en los valores, hábitos, familia, y disciplina
del otro, porque quiere construir y desarrollar. Hoy ya muchos cupidos,
empiezan a invertir su tiempo y dinero de distintas maneras en esa
fecha.
¡Enhorabuena cupidos modernos!
Con un abrazo: Juan Ignacio.
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