Amigos lectores:
En época de
elecciones, valdría la pena aprovechar para hablar de civismo, de lo bueno y lo malo del País, de sus sistemas y
secretarías, de lo que producimos y necesitamos, y en fin, de todo lo que nos
conforma, pues, ayudaría a la educación en las escuelas y de buena información
en los medios, y no sólo el estar oyendo por radio y televisión una sarta de
descalificativos y de propagandas nada creíbles, mentirosas, y engañosas.
Luis Ernesto
Derbez, rector de la universidad de las Américas Puebla, analizó en una
conferencia, que el periódico Plaza de Armas de Querétaro informó el 24 de
Abril pasado, sobre la impunidad en México, ofreciendo una serie de datos muy
interesantes, entre ellos destaco algo que me llamó poderosamente la atención: “Ni
Estados Unidos se salva pues tiene un índice de impunidad del 56.4 % que lo
ubica por encima de países como Ucrania, Mongolia o Bosnia. Lo que demuestra
según el estudio que la riqueza de los países y sus altas capacidades
económicas de producción, no
necesariamente son un factor determinante para que haya más o menos impunidad.
En cambio un bajo índice de desarrollo humano, combinado con desigualdad y
corrupción, sí son factores comunes en los países con los mayores grados de
impunidad”.
Necesitamos
urgentemente que cualquier candidato presente un proyecto donde claramente se
ataque la desigualdad y la corrupción, pero, en serio, no con pantomimas
disfrazadas para calmar ánimos, y por otro lado, el favorecer por todos los
medios y en todos los ámbitos el desarrollo humano, que no sólo se refiere a la
educación formal, a la consecución de carreras profesionales, y obtención de
títulos, sino algo más.
Todas las formas
y detalles que hacen que un ser humano se desarrolle, y se desarrolle bien y
como tal: Todo lo que enaltezca su espíritu, ya sean palabras, trato, formas,
veracidad, belleza, bondad. Y que se produce en todos los ámbitos y de todas
las maneras, como un saludo, o despedirse al finalizar las labores, como el
hablar por el nombre de las personas, demostrando respeto, como el saber usar
los adjetivos propios cuando hablamos. La buena atención en las oficinas, los
mensajes de los medios de comunicación, la exigencia en la calidad de sus
contenidos, la producción de buenas películas, obras de teatro, y espectáculos
que eleven la moral y nutran la necesidad de belleza en el humano.
La consecuencia
de los actos en todos lados, que nos lleve a exigirnos más cuidado, y un trato
digno a todos. La premiación a colonias que cuiden sus entornos, que los hagan
hermosos. El tener una ciudad limpia, ordenada, donde todos vayamos siendo
responsables de que funcione el tránsito, y existan los buenos modales. El
apoyo a periodistas y editorialistas que nos entreguen información veraz,
profunda, sin miedo a represiones. Un estado donde las cabezas, los que
gobiernan sean los primeros en el cuidado del desarrollo de su humanismo.
Y donde vayamos
desterrando la vulgaridad, la prepotencia, los abusos y el cinismo que lanza el
anuncio de que “ni te veo ni me importas”. En fin, un ambiente donde nos
sintamos humanos entre humanos, abiertos a la confianza, y el buen vivir.
Porque es el
ambiente lo que educa, y el cuidado diario en las instituciones como en las
personas de su formación, dado que lo que no se forma se deforma. Y esto ya lo
apetecemos todos, ¿O no es así, amigo lector?
Con mi cariño: JUAN IGNACIO
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