La palabra disciplina a mucha gente no le gusta, de inicio
suena a escuela militar, internado, hacer mucho ejercicio, pertenecer a equipos olímpicos y cosas así.
Para la mayoría, y especialmente niños,
adolescentes y jóvenes, suele ser una palabra que les choca, pues creen
que es algo exterior que se les impone y que no tiene que ver con ellos, sino
con lo que otros quieren que ellos hagan.
La reflexión que hoy haremos está encaminada a descubrir el
valor que tiene la disciplina y la necesidad de ir señalando los límites,
exigiendo de manera adecuada a cada etapa del desarrollo y creando conciencia
de que seguir nuestro camino, exige de la voluntad y la disciplina diarias.
• ¿Qué es
la disciplina? ¿Y la creatividad? Todos los seres humanos somos creativos.
Seguir los caminos adecuados para encontrar la felicidad, la armonía y la
trascendencia, eso se llama disciplina. El hecho der ser humanos, nos hace
creativos. Tenemos un cerebro capaz de desarrollar procesos cada vez más
complejos, imaginemos por ejemplo la creación de sistemas de comunicación como
los teléfonos inteligentes, cada día con más funciones; o la construcción de
naves espaciales que permiten llegar a otros planetas, o los satélites que
logran fotografiar lugares de la tierra desde el espacio. Pensemos en los
grandes avances de la medicina o del transporte. Todo este despliegue de
creatividad es preciso enfocarlo para el bien, para el desarrollo de las
personas, para el bien ser y el bien estar de todos. Por eso es necesaria la
disciplina, es decir, la capacidad de comprometernos a seguir los caminos
adecuados y, como discípulos aplicados, utilizar la voluntad como una fuerza
capaz de lograr armonía y paz, en lugar del uso indiscriminado de todo lo
inventado para la destrucción o el desasosiego.
• El
momento adecuado, la disciplina oportuna. Cada etapa del desarrollo exige
diferente estilo para que la disciplina se instaure como hábito en nuestro cerebro, sin reprimir, con amor y
firmeza. Tenemos un sentido llamado “común”, que algunos dicen que es el menos
común de los sentidos, señalando que en múltiples ocasiones, aplicamos los
conocimientos y los descubrimientos en contra de nosotros mismos, logrando que
la sociedad, la familia, la pareja y los individuos nos vayamos destruyendo en
lugar de utilizar la inteligencia para que todos armónicamente vivamos mejor.
Por esto es que nos ocuparemos de ver en cada etapa del desarrollo, la
conveniencia de utilizar ciertas herramientas como recursos disciplinarios que
nos lleven a establecer los hábitos conscientemente, internalizando junto con
la práctica de virtudes, la valoración de las mismas y los motivadores
necesarios para su buen funcionamiento. Es un arte ser adecuados, oportunos y
lograr que, las intervenciones de unos en la vida de los otros, sea respetuosa
y genere las ganas de aprender, en lugar del rechazo por lo que se pretende
enseñar. Establecer hábitos, y motivos, que nos lleven a tener comportamientos
adecuados, es una tarea de padres y educadores de todo tipo, en esta época tan
llena de estímulos sensoriales que nos mantienen entretenidos y distraídos. Por
lo que a los padres de hoy nos corresponde esta tarea, dar respuestas adecuadas
para situaciones concretas que no existían anteriormente, como es el uso de
aparatos y tecnología que mantiene a todos enredados, más que conectados.
• Establecer
límites como herramientas para la plenitud. Los límites no son barreras para la
mente, sino las posibilidades de lograr todo lo que soñamos. Ligado al tema de
la disciplina, entran los límites, como señaladores de los espacios del otro.
Aparece el límite para avisarnos de que el respeto se establece como la primera
regla de confianza. La violación de los límites genera la inconformidad de unos
o de otros. Por ejemplo, si entras a mi casa sin permiso, invades mi espacio y
me faltas al respeto, lo que puede provocar que mi reacción sea desagradable
para ti; si antes de entrar me pides permiso, es posible que en lugar de
reaccionar responda y podamos entrar en un diálogo constructivo, en el que aparezcan
nuestros intereses más importantes, y desde el respeto demos respuestas que a
ambos nos satisfagan.
• Los
límites complicados de entender. Algunos límites están bastante aceptados por
la mayoría de las personas, como los espacios personales, como la casa o el
cuarto de cada uno, o las fronteras entre países. O espacios tan obvios como un
quirófano, donde la mayoría sabemos que no podemos entrar. Sin embargo en el
seno familiar es complicado establecer límites claros y sobre todo medir las
consecuencias y que éstas sean adecuadas para el aprendizaje. Con frecuencia
los padres vemos que los hijos “pasan por encima” de ciertas normas, y nos
sabemos o no nos atrevemos a señalar el límite aplicando la consecuencia. A
nivel social, hay situaciones que también se complican o que nos llevan a
interpretaciones diversas, donde temas como libertad o tolerancia, son
confusos, llegando a ser impositivos o laxos, poniéndonos en los extremos que
conducen a relaciones insanas. Es por eso que amerita que en la familia y sobre
todo con la pareja y los hijos adolescentes, abordemos el tema de los límites y
las consecuencias.
Al final descubriremos que el trabajo personal y el
desarrollo de la conciencia es tarea personal e intransferible y que si
descuidamos nuestra persona con sus hábitos y valores, la sociedad no avanzará
en el amor, sino en la imposición o la decadencia. A los padres nos corresponde
la guía, los límites, la exigencia y el control adecuados a cada edad, y la
sabiduría, para ir aplicando lo correspondiente e ir soltando, a medida que
crecen, sin dejar la supervisión y el acompañamiento.
Con cariño
José Luis
José Luis
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