miércoles, 8 de mayo de 2013

COMO JAMÓN DE SANDWICH



Aeropuerto Internacional de Dallas, zona de internamiento al país, entrada de no ciudadanos… Ahí me encuentro, haciendo fila, o línea o cola, esperando que me toque el turno de pasar migración. Delante de mí los pasajeros que llegaron minutos antes en un vuelo de Corea, detrás los que hicieron lo propio desde la India. Ahí, en medio de dos culturas, unos pocos que arribamos de un pequeño avión procedente de Querétaro. El símbolo que me aparece en la mente es “El jamón del sándwich”.


Observo los rostros, los inconfundibles caracteres asiáticos con sus ojos rasgados y sus movimientos rápidos; las mujeres de la India con sus saris multicolores, sus morenos rostros y su tercer ojo bien marcado. Mi pensamiento es veloz ¿Qué hay en la mente y en el corazón de cada uno de los que aquí estamos? ¿Dónde creció cada cual? ¿Cómo eran las costumbres de su hogar? ¿Qué valores tiene cada uno? ¿Cómo le haremos para convivir entre todos?

Me encanta pensar que todos juntos componemos la especie humana que habita este gran planeta y que podemos, a pesar de nuestras diferencias, respetarnos y aprender unos de otros. Compruebo que no somos enemigos ni estamos en un campo de batalla, sino que llegamos a un espacio en el que todos podemos coexistir.

En medio del gentío unas carcajadas infantiles suenan repetidamente, los niños alrededor de su madre, con todos los tiliches que lleva una madre viajando, con esa serenidad que muestran los rostros hindúes, mostrando mucha paciencia, les sonríe una y otra vez, mientras que un hombre muy grande de raza negra, trabajador del aeropuerto les hace fiestas y gracias con su expresivo rostro, mostrando entre la sonrisa sus blanco dientes.

Qué hermosa sinfonía de colores, idiomas, expresiones y rostros. Imagino los millones y millones de conexiones sinápticas entre las neuronas, elaborando todo tipo de pensamientos que contienen expectativas, proyectos, recuerdos, ideas, prejuicios, sueños; cada conexión generando las condiciones para que hagan presencia las diversas sustancias químicas: endorfinas, serotonina, dopamina, adrenalina, recorriendo los cuerpos de los aquí presentes, generando emociones y condiciones para la relación y la adaptación. Supongo la presencia de las ondas hertzianas que dan conexión a los teléfonos y aparatos electrónicos que portamos, también  las ondas que conectan nuestras mentes; puedo ver a través de las miradas los intercambios de emociones que nos trasmitimos.

Mientras tanto y avanzando lentamente, paso a paso, me concentro en la respiración consciente. Inhalo y exhalo con las sensaciones placenteras que aporta el estar atento a ellas. Siento disfrutar tanto de la respiración, disfruto cada mirada, cada paso, cada movimiento. Vuelvo a escuchar los gritos y risas de los niños, los observo y disfruto de su libertad, de su expresión ocurrente y espontánea.

No me había dado cuenta. Estoy frente al cónsul que me hace las preguntas de rigor y me invita amablemente a poner mis dedos en la pantalla y mirar a la cámara de registro. Han pasado 50 minutos y se me han hecho un instante. La fila estaba larga, sin embargo la emoción de contemplar me hizo disfrutar en lugar de sufrir. Creo que se llama atención plena. Te invito a experimentarla.

Con mi cariño de siempre
José Luis                                      

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