Hoy, a unos meses del nuevo
gobierno vamos viendo mucha desilusión, y el “pacto por México” como imagen
pública se ha desgastado, porque parece que vamos remando para lados distintos
los ciudadanos y el gobierno.
El gobierno insiste en la
construcción de un estado fuerte y el fortalecimiento de la oficina
presidencial, mientras que el pueblo siente que nuestras dificultades no surgen
de una supuesta debilidad del estado mexicano como tal, sino de su utilización
parcial y el aislamiento de la clase política de la sociedad.
El 73% de la población se
encuentra insatisfecha con el funcionamiento de la democracia. Y el artículo de
John M. Ackerman en la revista Proceso del 21 de Abril de 2013, sigue
profundizando al respecto.
Si esto fuera sólo a nivel
político no nos asustaría, diríamos que es el continuismo, el favorecer a los
cuates en turno, el ver los propios intereses y…más de lo mismo.
El problema es que si en una
empresa el 80% de los errores son imputables a las cabezas, en la empresa
nación, con más razón…y ¿En la empresa familia?
Porque vamos aprendiendo eso
que vemos, escuchamos, nos dicen que es lo urgente “el fortalecimiento de la
cabeza y la economía” cuando sentimos que lo urgente es que la clase política
se encuentre con y entre el pueblo, que las leyes surjan de ahí, que no se
aplique sólo para unos y se persiga a otros, y que vayamos juntos en la misma
dirección.
Hoy también papá y mamá
sienten que deben hacer fuerte la economía familiar, y salir a trabajar los
dos, aunque se vaya marcando un distanciamiento con los hijos, una falta de
comunicación entre todos, y el poder económico que se va logrando se use para
cosas no necesarias, ni con el consenso de todos, ni en justicia, ni en
democracia.
Se
va rompiendo la nación como institución, y se va rompiendo en consecuencia la
familia como célula social. Ya no creemos en el discurso político, pero,
tampoco en el de los papás, porque va sonando a hueco, no vemos coherencia: “Lo
más importante son mis hijos, la familia”, pero, no se les da ni tiempo, ni
encuentro, ni vida. “Nadie sobre la ley” y vemos que toman rectoría, casetas,
destruyen tiendas, se usa el dinero con fines electorales, y no pasa nada.
Así
lo vemos, así lo aprendemos, así lo imitamos. Y todo va permeando de arriba
para abajo, y las instituciones como marco referencial dejan de ser
significativas. Esta es la gravedad del problema, que llega a toda la sociedad.
Nos
vamos volviendo débiles ante los principios, y prepotentes con los débiles.
¿Ese
es el México que queremos, querido lector?
Con
un fuerte abrazo:
JUAN IGNACIO.
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