domingo, 7 de diciembre de 2014

¿NOS AFECTAN SICOLÓGICAMENTE LAS DESIGUALDADES?

Amigos lectores:

Ante los hechos contundentes que afectan a nuestro País, y las preguntas obligadas que todos nos hacemos, preguntando las causas, hay varias respuestas, como la que da Jacobo Zabludovsky en su artículo: “No estamos para fiestas” en Las tres más uno, del 18 de Noviembre del año en curso, donde en un párrafo afirma:
“La pregunta fundamental sigue sin respuesta: ¿por qué? Vivos (no perdemos la esperanza) o muertos, aún no sabemos los motivos para secuestrarlos y borrar sus huellas. Un hecho los une por encima de la edad, vocación magisterial o ser hijos de campesinos: la pobreza. Es la señal común. Combatir la pobreza es la forma de evitar tragedias semejantes. Una mejor repartición de los bienes, mejor acceso a las oportunidades, mayor confianza en el futuro, salud y educación de calidad, es mejor remedio que armamentos letales en manos de policías. La pobreza en México es hoy más agobiante que hace 30 años. De 1984 a la fecha, el 10% de las familias más ricas del país concentran más riqueza: de 33% pasaron a tener 35% del total, de acuerdo con los datos más recientes de la Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los Hogares (ENIGH) 2012. Por el contrario, las familias más pobres se mantuvieron prácticamente sin cambios y México se coloca en segundo lugar como país con mayor desigualdad en el mundo, sólo por encima de Chile”.


Pareciera que esto no fuera causa, que la desigualdad generara tanto, que la pobreza llevara a esto. Y sin embargo así son las cosas, porque el ser humano además de “ser” y “estar” tiene el “ex_sistir” o sea, la capacidad de ponerse fuera de sí, y mirarse, o sea de ser consciente, de compararse, de darse cuenta de él, de los demás y de su entorno. Y esta facultad le causa la posibilidad de medirse, y por tanto de envidiar, de encelarse, de acomplejarse, y entonces de desear, ambicionar, o tener rencor. De sentir justicia o injusticia, desde su parámetro humano, social, y moral.
Siempre ha existido esto, desde Caín y Abel, porque es una parte constitutiva del ser humano. De aquí la importancia sicológicamente hablando de cómo educamos desde la familia y en los diversos foros educativos sean sociales, escolares, políticos, religiosos, económicos, etc. Donde todos seamos tratados con respeto, dignidad, y equidad. Un niño siente cuando sus padres, aún sin darse cuenta, prefieren al hermanito, por la razón que sea. Un adolescente se da cuenta de las preferencias de su maestro. Un joven mide las diferencias sociales y las padece. Un adulto sufre las consecuencias de su clase social, género, edad, o preferencia por la causa que sea.

Y no sólo hablamos de lo económico, sino del daño que hacemos a la espina dorsal sicológica del ser humano, “su autoestima”, de donde pueden generarse múltiples enfermedades, como la depresión, el resentimiento, el sentido de no pertenencia, de inutilidad, etc. Con todas sus manifestaciones, y la urgencia de tratarlas para que no causen enfermedades sicosomáticas, o desbordamientos sociales, y tragedias como las que hemos vivido.

Ahí, en nuestro lugar, en nuestra casa, en nuestro entorno, seamos justos, tratemos con dignidad y justicia, con equidad. Provoquemos salud sicológica, alegría y cooperación de todos, reconocimiento a las diversas aptitudes y agradecimiento hasta a los pequeños. Hagamos un ambiente de convivencia y crecimiento que nos den ganas de vivir, de unirnos, de cuidarnos.

Y no dejemos de luchar por una mejor distribución económica, México tiene y lo merecemos.

CON MI CARIÑO:
JUAN IGNACIO CALVA MORALES.

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